*De Alfred Hitchcock: “Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar”. Camelot
EL CINE DE LOS RAMIREZ
Uno suele ser rehén de las películas. Desde que en mi pueblo, que no tiene mar ni cines, en época joven nos metíamos a los cines Margo, el de los Ferrocarrileros de la Sección 25 y el Tierra Blanca -eran dos películas obligadas, y a veces hasta tres-, ahora hemos llegado a la desventura de no tener ninguno. El cine, como los campos deportivos, alejan a los jóvenes del peligro de ser reclutados para la maldad. El cine te aleja de todo, de Meade, de Anaya, de Amlo, un cinéfilo decía que lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros. No me dio gusto que Andrés Manuel se metiera con uno de los empresarios de más visión, Alejandro Ramírez, dueño de Cinepolis y tiene tantos como Oxxos en las esquinas. El Ruso, cuando acusó de corruptos a empresarios, Ramírez salió a revirar y dijo que ellos solo venden palomitas y dulces, y que el gobierno eso no compra. Peje, aquiétate, no tires golpes a lo parejo, por no decir a lo pen… La organización Ramírez, michoacanos, hasta abril de 2017, cuenta con 601 cines, 4,973 salas digitales y 897,074 butacas, convirtiéndose así en la compañía de exhibición cinematográfica más grande de América Latina y México, ocupando la cuarta posición a nivel mundial. Actualmente cuenta con una plantilla laboral de 41,370 trabajadores. Cinépolis tiene operaciones en 222 ciudades de 13 países. Y lo escribo porque leí en el diario El País, que en España, bendita tierra, en la parte de Algeciras y Móstoles, como en Tierra Blanca, no tienen cines. Y lloran y no dejan de llorar, porque el pueblo más cercano les queda a media hora en camión. Hubo algunos que cerraron, cuando estrenaron Titánic, años después, el pueblo volcó a verla. Los Ramírez tienen mejores cines en México que en los mismos Estados Unidos los tienen los gringos de Trump, y en la España actual. Salas bellas, cómodas, rechinando de limpias, pantallas digitales, y cuando operan en zonas de medianía, como Orizaba, donde el salario mínimo no alcanza para nada, ellos fijan precios especiales, mas económicos. Quizá los españoles tengan en algunas ciudades que hacer como aquel viejo cinematógrafo de Cinema Paraíso, que recorría los pueblos llevando cintas en una carreta, la historia de un niño que se le pegó a un viejo cinematógrafo y que ganó el Oscar a la mejor película extranjera.
BOBBY KENEDDY EN NETFKLIX
Y un día nació Netflix. Y la luz se hizo. Como el Génesis. Como los grandes negocios que nacen, el dueño de Netflix una mala mañana llegó a un Blockbuster gringo y, cuando vio que tenía que pagar 30 dólares de recargos por la cinta Apolo 13, por poco se infarta, allí se le ocurrió idear alguna fórmula para evitar eso. Cuenta que le daba hueva devolver las películas, eso en Silicón Valley, donde han nacido las grandes ideas a lo Ciro Peraloca. Entonces nació Netflix. Y uno, por 120 o 150 pesos al mes, tienes un surtido a escoger de más de 10 mil películas, necesitarías otra vida para ver el 50%. Husmeando entre los estrenos hace unos días vi que anunciaban Bobby Kennedy for president, y como soy keneddiano, de la rama de los Camelot, la vi pues he leído tantos libros de los Kennedy, como estrellas tiene la noche. Desde aquel, La muerte de un presidente, de William Manchester, pasando por la excelente biografía de Ted Sorensen, el único judío que trabajó en un equipo formado por irlandeses, y que una mañana llegó a plantársele al senador JFK, y decirle quiero trabajar con usted, aunque no sea irlandés. Kennedy lo contrató desde ese día y se convirtió no solo en su biógrafo y escritor, sino en gran asesor. Se llegó a decir, cosa incierta, que Ted Sorensen había escrito el libro de JFK, Perfiles de coraje, que ganó el Premio Pulitzer. Lo cierto es que ha sido el mejor jefe de Prensa en Estados Unidos. Al speechwriter de John F. Kennedy, le atribuyen la frase “No pienses lo que tu país puede hacer por ti, piensa en lo que tú puedes hacer por tu país”.
LAS MEMORIAS
En sus memorias, el difunto Ted Sorensen, escritor de discursos y uno de los asesores más cercanos de John F. Kennedy, recuerda que el secretario de prensa del presidente Clinton, Mike McCurry, alguna vez le dijo: “Todos los que vienen a Washington quieren ser tú”. Lo que McCurry quería decir era que, décadas después de que Sorensen hubiera dejado la Casa Blanca, los recién llegados a la capital de la nación todavía buscaban amoldarse a él, todos querían ser el joven asesor que trabaja cerca de un presidente inspirador, en quien éste depositaba la tarea, políticamente sagrada, de convertir sus pensamientos en palabras.
Ricos, guapos y poderosos fueron los Kennedy, la familia real que nunca tuvo Estados Unidos. Vi la cinta de Bobby en Netflix. Me hizo recordar el trágico camino de otro Kennedy, hermanado con su gran pasión y amor al hermano presidente. Bobby, en el libro ‘La conspiración’, de David Talbot, siempre se culpó que a su hermano lo habían asesinado por su culpa. Luego llegó esa tarde en el hotel Ambassador de Los Ángeles, cuando perfilado iba rumbo a la candidatura a la presidencia, después de ganar las primarias en esa ciudad, y otro loco disparó sobre su cabeza. Véanla, es una buena cinta, corta, de tres capítulos. Para entender cómo estaba ese loco mundo de los 60s en Estados Unidos, donde matar era un placer. Más a los políticos.
www.gilbertohaazdiez.com