Híjole, qué terrenos tan difíciles. Como muchos saben, el pasado 5 de mayo se cumplieron 200 años del nacimiento de Carlos Marx.
Confieso que tuve una idea más o menos clara del célebre filósofo alemán hasta que partí a la ciudad de México a estudiar Ciencias Políticas. Fue un encuentro inesperado, todo el primer semestre de las materias referidas a la teoría política tenían como base de estudio el método de las ciencias sociales y económicas marxista (Socialismo Científico).
Para ello, ante mi evidente ignorancia sobre el tema, había que ponerse más o menos al corriente de lo que su estudio entrañaba y representaba para las Ciencias Políticas. Sí, en la prepa había tenido un maestro de ciencias sociales devoto del movimiento estudiantil del 68, del que era un consecuente apologista, formado en la UNAM, un tipo politizado, pero que no supo cómo introducirnos a sus alumnos al complicado estudio de la teoría marxista.
Eso sí, nos narraba con verdadera maestría de locutor radial cada uno de los momentos álgidos del 68. Desde los sucesos ocurridos durante el mes de julio en las vocacionales (IPN) 2 y 5, y en la preparatoria Isaac Ochoterena, hasta el momento en que ingresaron los efectivos militares con todo y tanquetas a la Plaza de la Tres Culturas en Tlatelolco. El maestro, Francisco Prieto, impostaba la voz e imitaba magistralmente a Álvaro Mutis cuando narraba el serial de ‘Los intocables’, las hazañas de Eliot Ness enfrentando al malvado de Frank Nitti en el Chicago de finales de los años 20 y principios del 30.
Y hasta ahí párele de contar. De Marx nada. Y en la universidad había alumnos muy aventajados porque algunos ya iban por su segunda o tercera licenciatura y yo, el que esto escribe, a mis 18 años apenas estaba intentando comenzar la primera. De inmediato me di a la tarea de buscar algo de bibliografía, y un sábado por los rumbos de la alameda central encontré un puesto de libros revolucionarios que patrocinaba la embajada china, y ahí compré mis primeros libros de ‘El Capital’ (la trilogía), su obra cumbre, y ‘El Manifiesto Comunista’, escrita conjuntamente con Federico Engels, publicada por primera vez en 1848. Eran dos ediciones muy cuidadas maquiladas en China por el Partido Comunista Chino, de perfecta manufactura, semejantes a biblias o libros religiosos, con pasta plastificada en color rojo y un papel finísimo como de arroz, pero además de todo, como estaban subvencionadas costaban cualquier cosa.
Cuando abrí esos dos libros, esa vez fue la primera vez que me adentré de veras en el conocimiento del marxismo. Después vendrían otras lecturas: Martha Harnecker, Rosa Luxemburgo, el mismo Federico Engels, Lenin, Weber, Trotsky, Cerroni, Mosca, Gramsci, Mandel y por la parte local, me refiero a latinoamericanos, teóricos como Semo, González Casanova, Gómez Jara, Marini, Bartra, Faleto, Cardoso, Gilly y Arnaldo Córdova –padre de Lorenzo-, entre otros.
¿Todo este marco teórico está superado? No lo sé, no me atrevería a afirmarlo ni a negarlo. No soy un especialista, ni tampoco me siento con la capacidad suficiente como para restarle valor a este conocimiento adquirido. Lo que sí creo que es cierto es que El Capital parece recuperar vigencia cada vez que aparece una crisis económica mundial. Los pobres son más pobres, una verdad indiscutible, y los clasemedieros como su servidor, nos mantenemos en un estatus nada satisfactorio. En contraparte, ha surgido una élite mundial de mega ricos, asociado este surgimiento de nuevos ricos, a la explosión tecnológica mundial y a los gigantes tecnológicos: Facebook, Amazon, Netflix, Google, Microsoft, Dell, Apple, Tesla, etc.
Me parece, finalmente, que hay que redefinir el papel del Estado que procura el bienestar social que, al mismo tiempo, se debe de encargar de redistribuir la riqueza. Ya no el Estado como dueño de los medios de producción, pero sí éste como un interventor y tutor de las grandes masas sociales vía una mejor educación estatal, mejor salud, mejores prestaciones y garantías sociales para las mayorías poblacionales.
gama_300@nullhotmail.com @marcogonzalezga