1) Como jugando, en aparente normalidad, y con todas las justificaciones imaginables se ha venido creando un ambiente de absurda y peligrosa intolerancia en el contexto de la campaña electoral en curso. Se ha vuelto común leer y escuchar descalificaciones, insultos y amenazas contra quienes manifiestan una simpatía distinta. No es juego. Nadie puede garantizar que no pase del papel a los hechos esa conducta nociva. El solo hecho de que se dé algo así nos cuestiona como sociedad civilizada, nos pone ante el espejo de nuestros prejuicios, atrasos, complejos y deficiencias en general. Hay que volver a lo básico, hablar de la tolerancia indispensable en la convivencia social; tenemos que referirnos a lo esencial y humano que significa reconocer al otro, asumir qué hay personas distintas a nosotros; cada individuo tiene su propia personalidad, es autónomo, cuenta con su dignidad e individualidad. En el pensamiento autoritario y dictatorial se niega al otro, al diferente y a la pluralidad. La historia nos ha enseñado eso, actualmente hay algunos países donde se aplican sistemas totalitarios. Es de gran preocupación que, en México, veamos comportamientos similares, de aires fanáticos alentados por liderazgos caudillistas, pobres en ideas y descontextualizados del mundo. Ante ese panorama empobrecedor de nuestra vida pública y divisor de la sociedad lo correcto es impulsar el desarrollo democrático, educación, cultura y civilización. Defendamos esos valores sin concesiones a la ignorancia y la demagogia.
2) En los partidos políticos mexicanos, antes y ahora, mandan las cúpulas, deciden sobre políticas públicas, presupuestos y candidaturas. Es algo lógico que así sea. Ellos ponen y quitan, acuerdan y favorecen carreras. En general la clase política se recicla en todos los partidos; de ahí, que se les puede ver brincar de un cargo a otro o de un partido a otro sin problema por sostener o cambiar de discurso y chaqueta. Algo tiene que ver esa conducta con la palabra «chapulines». Cuando el ciudadano vota por determinado partido si acaso identifica al candidato de mayoría, pero desconoce a quienes van en las listas plurinominales; si supiera, pensaría más su voto. En esas listas van los mismos de siempre, grupos de poder y de parentelas. Se les dan votos gratis, inútiles e inmerecidos. Entre los partidos políticos tal vez el más corrupto es el PT, lo cual ya es mucho decir: creado y sostenido por el poder político, parasitario de coaliciones, manejado por un personaje, ajeno en absoluto a la vida nacional, sin responsabilidad pública alguna y con tres o cuatro dirigentes-administradores que se relevan en puestos legislativos desde hace unos veinticinco años. Sin saber, al votar por ellos, nuevamente estás encumbrando a un auténtico grupo de vividores que, como joya reciente, llevan en plurinominales al líder principal y a su esposa. Siendo una franquicia nacional colocan candidaturas de todos los perfiles en distintos cargos en aras de sumar votación que les permita cosechar diputaciones y prerrogativas. Son de tal banalidad que, por ejemplo, en Monterey llevan de candidato a presidente a un frustrado actor y gigolo de nombre «Pato Zambrano», de ese corte son sus postulaciones. Es un insulto a la inteligencia escuchar sus spots donde hablan de lucha, de la izquierda y la corrupción. En su beneficio debo decir que el resto de los partidos tienen algunos de sus rasgos.
3) Sigo atento a alguna indicación que me permita ubicar los informes de ley del diputado con licencia Cuitláhuac García. No es ocurrencia si me atengo a que, por segunda ocasión, quiere ser nuestro gobernador. Haber ocupado un cargo de representación popular, además de ser un alto honor, lo hace responsable de trabajar e informar; por eso es mi petición y búsqueda.
Recadito: leo que algo dicen unos maestros que se presentan como «disidentes»; es una curiosidad saber que significa eso.