Por Ramón Durón Ruíz (†)
hay un correo que circula por las redes que me parece atractivo e interesante:
“A dos grupos de personas se les hizo esta pregunta: ¿Qué es la riqueza? El primer grupo contestó de la siguiente manera:
Arquitecto: Tener proyectos que me permitan ganar mucho dinero.
Ingeniero: Desarrollar sistemas que sean útiles y muy bien pagados.
Abogado: Tener muchos casos que dejen buenas ganancias y tener un BMW.
Médico: Tener muchos pacientes y poder comprar una casa grande y bonita.
Gerente: Tener la empresa en niveles de ganancia altos y crecientes.
Atleta: Ganar fama y reconocimiento mundial, para estar bien pagado.
El segundo grupo contestó lo siguiente:
Preso de por vida: Caminar libre por las calles.
Ciego: Ver la luz del sol y a la gente que quiero.
Sordomudo: Escuchar el sonido del viento y poder decir a las personas cuánto las amo.
Inválido: Correr en una mañana soleada.
Persona con una enfermedad terminal: Poder vivir un día más.
Huérfano: Poder tener a mi mamá, mi papá, mis hermanos y mi familia.
No midas tu riqueza por el dinero que tienes, mídela por aquellas cosas que no cambiarías por dinero.”
Gran parte del tiempo lo pasas deseando riquezas económicas, poder político o social, omitiendo valorar el cúmulo de bendiciones que en cada nuevo amanecer Dios tiene especialmente para ti.
¿Bendiciones? ¡Claro, cientos de bendiciones! La primera: mientras en este instante miles de seres humanos están partiendo a rendir cuentas al Creador, tú estás lleno de vida; mientras más de 700 millones no saben leer ni escribir, tú me obsequias el privilegio de leer estas líneas; mientras más de mil millones de hermanos no tienen techo, ni pan en su boca, tú gozas del privilegio y del regalo del Señor de tenerlos.
Y así podría enumerar una a una las bendiciones que pasan desapercibidas, por dos motivos:
1. Porque vemos el arcoíris en la casa ajena y no cómo nace en la propia; es decir, buscamos afanosamente la riqueza y la felicidad en el exterior, olvidando que nada, absolutamente nada, habremos de encontrar que no habite en nuestro interior, y
2. Porque nuestra vida en gran parte está dominada por la culpa y el miedo, ¿miedo?, sí, miedo a la muerte, a la enfermedad, a quedar solos, al desempleo… y así podemos acumularle una serie de miedos que vayamos creando y creyendo.
HOY es el día, este es el lugar en el que decretes que el miedo desaparece en tu vida que dejes de vivir en la “Casa de la enfermedad” sintiéndote víctima, porque al estar lleno de un aliento divino, eres una fuente inagotable de amor, provienes del amor y vas hacia el amor… tu esencia es el amor.
Amor que todo lo puede, que todo lo cura, amor que es el centro espiritual que une a todos los humanos, que te lleva a sanar emociones reprimidas, a una reconfortante paz interior, a crecer espiritualmente percibiendo tu riqueza en la unión de tu cuerpo, mente y espíritu, renovando y despertando tus potencialidades.
Si algo debemos hacer ante las crisis que laceran nuestra cotidianidad crisis de seguridad, desempleo, pobreza alimentaria, ausencia de credibilidad en nuestros políticos, entre otras, es explotar la excepcional riqueza del sentido del humor del que goza el mexicano, éste debiéramos practicarlo diariamente y todos saldríamos ganando.
El humor te enseña que en la fiesta de la vida, la mejor dieta es la de la alegría; te apoya para que “cuando las cosas vayan mal, no vayas con ellas”1 y al armonizarte con el universo, alinea tus poderes para gozar de un excepcional riqueza de bienestar integral, en lo emocional, físico y mental, que te conduce a la sanación de cuerpo y alma y a una reconfortante paz interior.
Lo del humor me recuerda la ocasión en la que el viejo Filósofo es detenido por un agente de tránsito en la capital Tamaulipeca, que en cumplimiento de su mandato le dice:
–– Oye Filósofo, ¿te has dado cuenta que vas por el boulevard a exceso de velocidad…?
–– ¡Por supuesto!, que voy en chinga mi’jito, me urge llegar antes de que se me olvide… ¡A DÓNDE INGA’OS VOY!
1. Goody Allen Quotes
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