Es difícil lograrlo, casi imposible, pero uno debe, en consecuente convicción, aspirar y hacer algo para que las decisiones electorales inmediatas se tomen en conciencia, con información básica sobre los aspirantes y sus propuestas. Es sabido que pesan más las emociones que las razones a la hora de ejercer el sufragio, qué hay tendencias que se nutren de meras simbología e ilusiones; así funciona el mundo en materia electoral y política. Hay que advertir, sin embargo, más allá de simpatías, sobre las consecuencias que puede haber en la vida nacional si se toman decisiones en uno u otro sentido. Lo expongo como una inquietud general, cada quien tomará la parte que le interese, en coincidencia con el espíritu de esta preocupación. Hay muchas maneras de ubicar si lo que se propone es mejor, útil y novedoso sobre lo existente: hay historia, registros documentales, comparativos internacionales, sentido común y espíritu de superación y sobrevivencia.

Casi como siempre, en las actuales campañas electorales, al menos en las presidenciales, se ha observado un nivel opaco, ocurrente y mediocre a la hora de hablar de los grandes problemas nacionales. Hay algunos elementos rescatables pero se ahogan y pierden en océanos demagógicos. Es patético y peligroso el discurso dominante, cuyos rasgos esenciales tienen que ver con insultos, exaltación de emociones primarias, polarización y ofertas asistenciales. Esta campaña no está sirviendo para que dialoguemos sobre la solución de los grandes problemas nacionales, están fuera de centralidad y el foco colectivo; sin esa premisa, se votará por impulso, imitación y espejismos. De ser así, estaremos posponiendo el encuentro con un proyecto moderno y democrático de nación, para caer en modelos caducos y regresivos.

Se entiende que el común de los ciudadanos, el «pueblo», opte por salidas fáciles y casi milagrosas; tienen mil razones para dar ese paso y tampoco se abre un panorama claramente distinto ante sus ojos, situación agravada por la brutal desinformación y pasividad que caracteriza a nuestra sociedad. Lo que no resulta tan normal es la inesperada emoción aparente entre ciertas élites que están abrazando la causa del culto a la personalidad; puede ser que no sepan de historia, que crean que pueden ser factor de equilibrio o que busquen su pedazo de poder. No quisiera decirlo pero se van a arrepentir, sobre advertencia no hay engaño; los pobres tienen poco que perder, lo único que deberán preservar es su libertad; en cambio, los mejor acomodados socialmente vivirán tiempos de ajustes y desgaste ante los experimentos y llegada de nuevos ricos. No tienen idea en lo que se están metiendo. Hay muchas señales de lo extraño y sombrío que puede ser nuestro panorama ante sectores clientelares, obedientes militantes y oscuros acuerdos cupulares. Entre esos mensajes basta ver la falta de ideas y la abundancia de personajes tradicionales. México, no es un carnaval ni kermés.

El futuro de Veracruz, también está en juego, simultáneamente al nacional. Al converger las elecciones se suman tendencias y se emiten votos para cargos distintos con impulsos parejos. Se votará por coaliciones en línea, sin distinguir mayoritariamente las cualidades de cada una de las candidaturas. Esa es otra lucha que dar si no queremos una deformación monstruosa de la representación legislativa y de los distintos niveles de gobierno. Es negativo que se vote sin valorar la personalidad de cada candidatura. Convocar en ese sentido es entendible pero puede ser irresponsable. Hagamos más por una elección libre, responsable e informada; no demos el voto porque sí, no nos guiemos por espejismos. Hay tiempo de hacer las cosas bien.

Recadito: llevó ya tanto tiempo esperando que estoy empezando a pensar que el Dip. Fed. Cuitlahuac, sencillamente no cuenta con informes de sus labores legislativas.

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