*La fama es una montaña a la que se sube a grandes pasos, para después escurrirse tímidamente hacia abajo. Al lugar de partida. García Márquez. Camelot.

DE VERACRUZ A CIUDAD DE MEXICO

6:45 de la mañana. Suena el despertador. Me levantó en friega. Me baño y parto a tomar la peligrosa y siempre retardada autopista mugre de Capufe. Voy al aeropuerto y uno no puede darse el lujo, conociendo estos avatares carreteros, de perder un vuelo por el retraso de las colas de esa autopista, de la cual llevamos unos cuatro años sufriendo. Me persigno y espero llegar con bien. Tomo las primeras fotos mañaneras, cuando un sol radiante sale por la parte de la Iglesia de los Dolores, donde los curas dan misa. Las subo al Facebook. Monitoreo por la mañana las noticias en lo que, oh sorpresa, la primera sorpresa mala llega. En la caseta de cobro de Cuitláhuac, del tramo Córdoba-Veracruz, el primer atorón sospechoso. Llamo al 070 donde un tipo muy educado y comedido nos da los pormenores, pobre, anda más despistado que Canallin, ni idea tiene de los atorones. Aguantamos, miro constantemente el reloj, el tiempo apremia y quema como la calor de ese día. Hay que tomar la decisión o pierdo el vuelo. La tomamos, Montiel, el chofer, sugiere brincar la división y regresar a Rancho Trejo y tomar la carretera federal, la vieja, la que va a La Tinaja. Así le hacemos, hechos la raya pero con cuidado intentamos llegar al aeropuerto Juárez de Veracruz y no perder el vuelo. Driblando lo que se podía, en ese tramo también muy descuidado por el gobierno federal, donde hace años no le meten un peso y está muy deteriorado, allí vamos sorteando tráileres doble cajas y camiones con la caña, porque fue buena zafra este año y quienes sembraron y los ingenios, al parecer les fue bien. Vemos La Tinaja y atisbamos entrar a la parte de autopista, de allí a Veracruz no hay problema. Llegamos casi rayando la meta, el boletero de Aeromar me dijo que fui el último, que por poco me quedo. No me la jugaré más, cuando haya que volar hay que irse cuatro horas antes, aunque te aburras en el aeropuerto.

EL AEROPUERTO

Trepo, despega el avión de hélice y bimotor de Aeromar, muy seguros, vuelan un poco más bajo que los grandes, pero en tiempo de llegada escasamente diez minutos después de los normales. Veo el Pico de Orizaba, poca nieve, veo la llegada a México en esa monstruosa ciudad. Es la mañana que Donald Trump se enoja y nos mete el arancel al acero. Comienza la guerra de los gringos, bueno, más bien de un gringo. Guajardo, secretario de Comercio, aprieta aquellito. Peña Nieto y Videgaray se muerden las uñas. Los candidatos les servirá de pólvora para criticar esas medidas draconianas (aunque el termino draconiano ha variado muchísimo, aquí se acomoda bien. Dracon fue un legislador de Atenas que, en un momento de locura, aplicó medidas que le llamaron males medidas, en leyes en un grado superior a la crueldad) Le pega a México, le pega a Tamsa, a Hylsa, A los Chahin en Orizaba, grandes empresarios del acero, a quien el locochón Trump en un acto de venganza por su Muro impagable, nos la quiere ejecutar con todo. Venimos, mi hermano Enrique y quien esto escribe, a la Ifetel, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, a un trámite radiofónico.

EN REFORMA

Llego al hotel Sevilla Palace de Reforma, cuyo dueño es el mismo del madrileño hotel Liabeny, de la calle Salud 3, en Sol, punto de encuentro de los españoles. Camino hacia Insurgentes, a dos cuadras llego y paso al edificio y centro de la plaza de Reforma 222, donde el abogado Perry Mason, Jorge Reyes Peralta, tenía un despacho que jubiló porque ya inauguró su torre jarocha.

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