Voy a decir solo una cosa, breve porque me parece que no merece mayor comentario este fútbol (mexicano) tan mediocre. Si alguna esperanza había, porque creo que material humano lo hay como para hacer un papel más que decoroso, que tampoco es como para pensar en el campeonato, en el partido de ayer de “despedida” ante Dinamarca previo al Mundial, la selección se exhibió como un equipo carente de juego de conjunto, las “estrellas” mexicanas no lucen. No se ve al Herrera del Porto, al desbordante Chucky Lozano que vimos con el PSV o al Carlos Vela hacedor de grandes goles prodigiosos con el Los Angeles F. C. Dinamarca exhibió las carencias de este combinado que después de 48 juegos de la era del colombiano Juan Carlos Osorio, pues como que hace prever lo peor en el inminente Mundial de Rusia 2018.
Pero bueno, démosle vuelta a la página y mejor enfoquémonos en comentar cosas más interesantes. Y una de esas cosas que además es muy lamentable, es la inesperada noticia de la muerte –suicidio- del chef, crítico, “connaiseur” y escritor de cocina Anthony Bourdain (Nueva York 1956), toda una celebridad de la televisión de los Estados Unidos pero mundialmente conocido por sus exitosos programas televisivos (Parts Unknown –Partes Desconocidas- transmitido por la cadena CNN) en donde mostró a sus seguidores la cocina de todo el mundo, pero no precisamente la de más alta factura, sino la de la calle, sencilla, aquella que se come cotidianamente.
Confieso que Bourdain era uno de mis Sensei (sacerdote) preferidos en eso de hacer un repaso de las grandes cocinas del mundo. Esas temáticas me seducen. Realmente la cocina urbana, la que se hace en mercados y barrios populosos, la de los puestos de la calle es un gran nicho de oportunidad como para conocer verdaderas delicias culinarias. Bourdain era un tipo sencillo, amable, relajado, ligero, cordial, carismático, que sabía transmitir sin tanto rebuscamiento y refinamiento que podía estar oculto detrás de una cocina como la de un mercado mexicano de Oaxaca, con sus ingredientes que van desde los gusanos, huevos de hormiga, o cualquier otro tipo de ingredientes exóticos que lo mismo se encuentra en la cocina china –nada de ratas, culebras o perros, por supuesto-, que pueden ir desde hierbas, semillas, plantas, sucedáneos como tripas, hígado, riñones, crestas de gallo, patas de pollo, mollejas de res, testículos, rabo, patas, panza y orejas de cerdo y en los cuatro primeros también de res, sin faltar los cortes carne de buey añejados en refrigeración controla hasta por un espacio de 180 días –hasta que el gordo adquiere tintes amarillentos-, o las Kobe y wagyu japonesas.
Era considerado una súper estrella de la pantalla chica. Hace como dos o tres años, se dio cita en un barrio populoso de Hanói, la capital vietnamita, con el que en ese entonces todavía era el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Obvio, el barrio fue preparado para recibir a ambos personajes, previamente se cercó y delimitó el área, se extremaron precauciones como nunca para proteger sobre todo al mandatario estadounidense, los vecinos estaban expectantes esperando a tan ilustres visitantes, todo mundo estaba preparado para recibirlos en el barrio con celular en la mano. Finalmente hicieron su aparición los dos personajes que se introdujeron a merendar a lo que prácticamente podríamos catalogar como una auténtica lonchería de barrio. Ya ahí, en el lugar, se sentaron en unas mesas sencillas de superficie laminada y perfil de aluminio con bancos de colores apilables de plástico inyectado, de los que se pueden encontrar en cualquier tienda Ahued. Se despacharon fideos vietnamitas, algo parecido a unos rollos primavera, verduras salteadas en alguna salsa seguramente de ostión o algo parecido, y cada quien se despachó una cerveza seguramente fabricada en el país asiático, cosa que hicieron sin el menor gesto en el rostro, y entre otros comensales que ni se inmutaron ante semejantes ante tan ilustre compañía ocasional. Luego trascendió que el costo de la merienda apenas superó los seis dólares, unos 130 pesos mexicanos.
Obviamente Bourdain, amante de ese tipo de cocina, le describió a Obama cada uno de los platillos que se refinaron cada quien en esa ocasión. Gran tour culinario por un barrio de gente humilde del histórico escenario de la guerra de Vietnam en aquellos años sesenta que los Estados Unidos quisieran que nunca hubieran ocurrido.
Lo vamos a extrañar a Anthony Bourdain.
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@gonzalezga