*De Borges: “De tanto perder aprendí a ganar; de tanto llorar se me dibujó la sonrisa que tengo. Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré”. Camelot.

DIA CUATRO LONDRES

A lo que venimos, venimos. Nos tocaba boda real, porque nuestra sobrina, Meghan Fer, casaba con el Lord Mike, un inglés a quien conoció en el trabajo de ambos, en grupo financiero bancario de México. Pues este güero se enamoró y tuvo que venir a casarse por las leyes inglesas, para ir formando su estatus legal y aquí nos tenéis como romeros buscando el Támesis, y llegar al Ayuntamiento en un Uber donde, en ceremonia protocolaria, diría Fallo Valverde, el casamentero veracruzano del record Guiness, pues les leyó las epístolas, aquí no funciona la de Melchor Ocampo, que el presidente Echeverría diría que era cursi y una nacada, y mandó a aquella mujer a la que luego hizo la primera gobernadora del país, Griselda Álvarez, a que hiciera otra Epístola, pero a la pobre le salió muy chaira y peor que la de Melchor Ocampo y los discursos del Peje, y mejor ahí la dejaron, muchas al oírla rieron de ella, incluido el presidente, Fallo no, es su chamba. Una mujer parecida a la Primera Ministra, Teresa May, les leyó sus juramentos con tinta sangre del corazón, diría Julio Jaramillo, todo eso de, aceptas por esposa a…, etcétera, etcétera, y ante las dos familias se dieron el sí y el beso que los juramentó a amarse para toda la vida. Y para toda la vida serán. Salimos y a las felicitaciones. La familia del Lord tenía alquilado un bus de dos pisos listo para llevarnos al embarcadero y recorrer el Támesis, con su respectiva champaña y canapés, ese rio que en la época de Enrique VIII apestaba, pero que hoy lo tienen rechinando de limpio, han creado unas barcazas recoge basura, que por el mismo efecto de las corrientes de agua llevan todos los desechos, más los de plásticos. Río navegable que parte Londres y desemboca al mar del Atlántico norte, según vimos en el mapa. Darle la vuelta al Támesis es un poco desesperante, el recorrido fue de una hora y pico, pero al pie del rio lo bonito que se ve es la zona donde está el Parlamento y la rueda de la fortuna grandota, el London Eyes, que el poblano gobernador Moreno Valle copió una similar, aunque esta ya es un icono de Londres. Me dio gusto ver al pie un silo de la cementera Cemex, que por acá anda haciendo negocios, vendiendo buen cemento, aunque sea inglés. Un orgullo ver la planta ahí, vertiendo cemento a una obra.

LA FIESTA

Dimos las vueltas al Támesis y bajamos a un pie el salón donde sería el ágape, diría Kamalucas, un recordado amigo de mi pueblo, filósofo que descansa en paz. Dukes Head, un tipo Pub restaurante, con sus mesas bien puestas y enmanteladas y con el menú que incluyó una entrada y un rico cordero, que saboreamos todos. Entre salidas al pie del rio, comenzaba a refrescar, una llovizna chipi chipi orizabeña se dejaba sentir y calaba un pequeño frio. Al pie uno puede ver a los londinenses tomar sus vinos en sus fines de semana, o sus güisquis. En bola y platicando en los pubs. Vinieron los discursos, el de Eduardo, casi padre de Fernanda, caló bien entre los veracruzanos que venimos y los ingleses que escuchaban la traducción. A mis hermanas Flor y Rosalba se les escurrían las lágrimas. Muy emotivo, gracias Eduardo, por todo lo que has hecho por ellas dos, Flor y Fer. Fiesta mexicana londinense, donde un pastel reflejaba ver a las dos banderas, la mexicana y la inglesa. Mi madre Gloria, su abuela, desde el cielo seguro sonreía de gusto. Flor fue una madre orgullosísima, se fajó bien y bonito y le dio carrera y ahora la entrega a una nueva vida. Arriba del barco, el tío del novio que habla un buen español, platicaba con yo mero y me hablaba de cómo aguantábamos a Trump. Yo no, nosotros no, le dije, es nuestro presidente que lo ha agarrado de piñata. Fuera de ahí, nada de lo extraordinario. Nos queda una comida familiar mañana, luego buscar antes del jueves que retornamos, los otros sitios donde ir turísticamente, incluido el Abbey Road, ese lugar legendario donde los Beatles inmortalizaron esa calle de cruce peatonal, tomarnos la foto allí mismo. Ayer, al ir rumbo al sitio del desembarcadero cruzamos Wimbledon, vimos las canchas aledañas, el pasto sagrado donde se hacen los torneos de tenis desde 1877, el más antiguo del circuito y recordé a nuestro tenista cordobés, Santiago González, también me acordé del tiempo de nuestras grandes glorias, cuando el Pelón Rafael Osuna (catalogado en 1963 el mejor tenista del mundo) ganó aquí los dobles, en 1960, muerto trágicamente en aquel vuelo rumbo a Monterrey, cuando murió el político Carlos Madrazo y de allí la gente especuló que Díaz Ordaz había mandado volar el avión. La época en que todo teníamos y luego todo perdimos, cuando el tenis brillaba en el mundo con Loyo Mayo, Osuna, Zarazúa, Raúl Ramírez, Antonio Palafox, otro ganador de Wimbledon, todos ellos los recuerdo cuando llegaban con el doctor Alfonso Arcos a Tierra Blanca, invitados por ese gran hombre médico de los ferrocarrileros, allí pasaban días en la cancha de tenis del pueblo, y uno recogiéndole las bolas (sin albur). Tiempos gloriosos de nuestro tenis, hoy regreso por esa zona de Wimbledon y también quizá vea el otro legendario estadio de fútbol, el de Wembley, más viejo que Matusalén. Una última, en el recorrido del bus vimos a unos ciclistas, eran como cien, no tenían gran gloria ni su pedaleo era cosa del otro mundo, lo que llamó la atención era que iban encuerados los muy cochinos, la mayoría hombres, y desde el bus les gritamos como el Peje: Puercos, cochinos, marranos, y se llevaron sus buenas mentadas veracruzanas.

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