Antes de entrar en materia, y nada más como un ejercicio comparativo como para que nos ubiquemos contextualmente, Croacia, que tiene 27 años como país independiente de la ex Yugoeslavia, cuya selección de fútbol va a buscar el próximo domingo el título de campeón del mundo de la máxima categoría profesional asociada, que tiene una extensión territorial y una población menor a la de Veracruz (56,594 por 71,820 Km2 y 4’290,612 contra 7’643,194 habitantes), ese pequeño país, con un conjunto de 11 guerreros comandados por Luka Modric, Ivan Rakitic y Mario Mandzukic no necesitó más, tan solo mucho corazón y garra para situarse a unos pasos del olimpo.
Hay que recordar que entre 1990 y 1995, lo que hoy es Croacia, Serbia y Bosnia-Herzegovina, libraron una guerra encarnizada de lo más cruel y sanguinaria que se recuerde en los tiempos modernos. La guerra fue para definir territorios, autonomías y también cuestiones de tipo racial y religiosa. Los croatas son católicos, los serbios son ortodoxos y los bosnios musulmanes. Terrible guerra con depuraciones étnicas, campos de concentración, exterminio y “violaciones masivas para el mejoramiento racial”. De hecho al menos dos de las estrellas de Croacia vivieron en carne propia la guerra: Luka Modric y Mario Mandzukic. Ese país eslavo es una demarcación geográfica pequeña, más chica que Veracruz, pero con un amor propio y un orgullo muy grande.
Pero ya entrando en el tema que me interesa tratar, este está más referido a Francia y la circunstancia actual de su selección de fútbol. El actual equipo galo dirigido por un ex mundialista y campeón, Didier Deschamps, es una auténtica muestra de lo que puede hacer la multiculturalidad. Y para definir esta corriente tan en boga en buena parte del mundo, voy a citar a una definición que me encontré en internet y que, a mi juicio, la define muy bien: “… ideología y práctica política que pretende articular la presencia en un mismo espacio estatal de diversas etnias, denominadas por esta ideología culturas, y con reconocimiento explícito de la realidad del hecho cultural-étnico en aquel estado, especialmente del hecho (choque) cultural de las etnias no blancas. Por ello, la palabra ‘multiculturalismo’ puede definirse y conceptuarse como un eufemismo para multirracialismo o caos –entre comillas diría yo- racial.
Y es que nada más vean ustedes, la inmigración y el pasado colonial de Francia están presentes en el Mundial. Solo cuatro de sus 23 jugadores tienen padre y madre nacidos en Francia, entre ellos su capitán, el portero Hugo Lloris. Otros dos son de ascendencia de las Antillas francesas: Raphaël Varane (con padre de Martinica) y Thomas Lemar (nacido en Guadalupe). Con orígenes caribeños también es Presnel Kimpembe, de madre haitiana. Su padre es de la República Democrática del Congo. Además de Kimpembe, otros 13 jugadores bleus tienen algún progenitor del continente negro. Mbappé es de padre camerunés y madre argelina, Dembélé es de padre maliense y madre de ascendencia senegalesa y mauritana. Paul Pogba es hijo de guineanos, Rami, de marroquíes y Nabil Fekir, de argelinos; N’Golo Kanté y Djibril Sidibé, ambos de ascendencia maliense, Mendy, de senegaleses, Matuidi, de angoleños, aunque criados en el Congo. Del Congo es también el padre de Nzonzi aunque su madre es francesa. Este es también el caso Tolisso, cuyo padre es de Togo.
Todos ellos han nacido en Francia. Solo el portero suplente Mandanda y el defensa central del Barcelona Samuel Umtiti han nacido fuera de Francia. El primero en República del Congo y el segundo en Camerún.
Y aquí hay que subrayar la fuerza, la potencia y la fortaleza de la raza negra, que también se ve reflejada en nuestro continente con los Estados Unidos en primer lugar, después Brasil y Cuba y la República Dominicana con tantos beisbolistas de élite, seguidos de Venezuela y Puerto Rico, Panamá, Colombia, Honduras, Costa Rica, para terminar con Perú y Uruguay.
Y hoy día tienen futbolistas negros desde Inglaterra, Portugal (recuérdese a la pantera de Mozambique, Eusebio), Bélgica, Alemania, Suiza, Suecia, Austria, República Checa y Gales.
Cómo ha cambiado el mundo de hoy, en donde solo Trump quiere que se hablé de la riqueza étnica de los blancos en los Estados Unidos.
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@marcogonzalezga