No soy fan de Luis Miguel. Ni de antes, ni de ahora, y no creo que en futuro lo llegue a ser a pesar de la exitosa serie sobre su vida que, entre otras cosas, narra las que según son las peores felonías que un padre, en este caso “Luisito Rey”, puede cometer en perjuicio de un hijo. Al que escribe, Luis Miguel lo agarró a medio camino cuando el chaval apenas empezaba a despuntar como un exitoso cantante infantil a la muy temprana edad de 11 años.
A los 21 años ya andaba en otras cosas, lidiando con la instrucción profesional y era más que imposible que sintonizara en alguna estación del cuadrante a aquellas primeras interpretaciones suyas que, ya desde entonces, volvían locas a las chiquillas y adolescentes de México e Iberoamérica. Estamos hablando de los primeros años de la década de los ochenta. Mis referentes en cuanto a música popular mexicana eran otros y otras. Me tocó la colita de los reyes de la balada del rock local, que tampoco me atraparon, estamos hablando de gente como César Costa, Enrique Guzmán, Alberto Vázquez y Angélica María.
Musicalmente crecí con José José, a finales de los sesenta, con aquel larga duración que es todo un clásico, me refiero a aquel acetato en donde el príncipe aparece tocando un contrabajo. Dicho trabajo traía piezas como ‘Una mañana’ de Clare Fisher, monumental melodía de jazz clásico que empieza, ustedes recordarán, con la expresión que es un poema en sí: una mañana, una mañana linda, como una flor… y otras tantas canciones de antología como ‘Cuidado’, ‘Pero te extraño’ y ‘Lluvia en la tarde’. Gran trabajo musical que combinaba arreglos de jazz, bossa nova y balada como solo el ‘Príncipe de la canción’ solía interpretar.
Y me aficioné a Marco Antonio Muñiz, un tiempo al Puma, en los ochentas a Manolo Mijares y a Emmanuel, sin faltar el trío Los Panchos, pero de Luismi nada. Total, que la carrera de este chamaco fue creciendo, aderezada de asuntos privados de su vida muy públicos. Se fue haciendo hombre, ganó en madurez, en presencia, con una buena voz y muchos y muy buenos compositores pusieron sus letras a las órdenes de Luis Miguel, entre los que podemos contar a José Alfredo, Rubén Fuentes, Manzanero, Cantoral, Manuel Alejandro y Juan Carlos Calderón, toda una fórmula para el éxito.
Y nos empezó a llamar la atención más por su vida fuera de los escenarios que dentro de ella. Y por ahí se dijo en un principio que era veracruzano de padre español y madre italiana, luego resultó que había nacido en Puerto Rico, seguramente en San Juan, pero que él por decisión propia –a lo Chavela Vargas- había decidido ser mexicano. Y luego vino también su colección de romances con mujeres hermosas, duetos célebres con Frank Sinatra y Sheena Easton y muchos reconocimientos internacionales, premios Grammy latinos y de los meros meros que otorga la poderosa industria musical norteamericana.
Todo ello aderezado con una vida de misterio, su madre desaparecida, el padre un explotador de menores, ostentación, jets, yates, casas en Acapulco de ensoñación, dinero a pasto, mujeres al por mayor, viajes, conciertos y los más grandes escenarios a sus pies. Pocos artistas en México de su talla, quizá Chente, su hijo Alejandro, Marco Antonio hace algunos años, María Félix y Dolores del Río, el ‘Indio’ Fernández. La crema de la crema.
Este muchachón me llama la atención no tanto por lo que acabo de describir, me llama la atención porque es un tipo que ha puesto el nombre de México por delante. Es un embajador del país en donde quiera que se pare, la música mexicana, de mariachi, ha estado muy vigente en muchos escenarios mundiales gracias a él y, en fin, no vería definitivamente su exitosa serie de Netflix, no me veo viéndola.
Muchos lo critican por ser la personificación del clasismo y de algo que podríamos llamar ‘mireyecismo’, pues sí, sin duda, pero me quedo con su mexicanismo. A este muchacho lo comparo con otro mexicano no nacido en México que ha sido muy repudiado por ser el creador del imperio Televisa, Emilio Azcárraga Milmo, acusado del “embrutecimiento” del pueblo. Pues a lo mejor, diría yo, pero habiendo nacido en Texas le apostó al país más allá de ser soldado del PRI y del presidente como en su momento él mismo se proclamó. Algún defecto debía tener.
Al cabo de más de 30 años de andar en el medio, no me cuesta ningún trabajo en reconocer que Luis Miguel es, ciertamente, un fenómeno de masas.
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@marcogonzalezga