Por un lado las buenas nuevas de una inversión pública proyectada por quinientos mil millones de pesos, que va en siete ejes: La construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, que se ensombrece ante la posibilidad de someter a consulta popular un tema que compete a técnicos y especialistas, salvo que el resultado sea orientado desde la cúpula del poder, en el sentido de que sea la iniciativa privada (Carlos Slim y compañía) quienes lo terminen y con ello generar enormes ahorros para el gobierno federal, aunque después no se tengan los ingresos correspondientes a dicha obra.
El proyecto del desarrollo para el Istmo que incluye el corredor inter-oceánico golfo-pacífico, de Coatzacoalcos a Salina Cruz, con carretera de altas especificaciones, vías férreas paralelas y modernización de ambos puertos, lo cual puede ser un enorme detonante de actividad económica y riqueza a lo largo de esos 300 kilómetros, y traer beneficios por muchos años al país. Aprovechado también el desarrollo de las dos zonas económicas especiales en ambos puertos. Creo que esta es una de las más afortunadas ideas que se llevarán a cabo en los próximos seis años.
La construcción del tren maya, que irá de Cancún a Tulúm, Bacalar, Calakmul y Palenque, va a detonar la actividad turística en esa zona, moviendo y distribuyendo el turismo de Cancún y la riqueza que conlleva al resto de la zona maya. Detonante de inversiones y de riqueza en una zona eternamente olvidada.
Cómo también han sido olvidados los estados de Oaxaca y Guerrero dónde se construirán con mano de obra local trescientos kilómetros de caminos rurales, los cuales además de comunicar, generan también progreso económico y bienestar social.
Hoy vivimos en la era de la información, una manera de volver más igualitaria una sociedad es permitir oportunidades iguales de comunicación y conocimiento, lo cual se logra en parte llevando internet a todo el territorio nacional, incluso las comunidades más olvidadas. Sin duda otro gran acierto de la próxima administración en el combate de la desigualdad.
Una deuda social enorme para muchas poblaciones más allá de la ciudad de México que es la única que ven los gobernantes en turno, es la reconstrucción de las viviendas de los damnificados del sismo del 19 de septiembre pasado. Construcción y más construcción, área económica que tiene un efecto multiplicador en el resto de la economía nacional.
Y por último, pero no por ello menos importante, mejorar el entorno citadino de quienes viven en zonas marginadas que podemos llamar verdaderos guetos en los alrededores de las zonas turísticas, zonas fronterizas y zona metropolitana de la ciudad de México. Sin duda todos son proyectos detonantes de actividad económica y de urgente resolución para reducir las diferencias entre los que tienen y los que no tienen.
Sin embargo, también hay oscuros en lo que va desde el triunfo de Morena y lo que se ha declarado a la fecha. Por ejemplo la inasistencia de AMLO a la cumbre de Vallarta, dónde hubiera sido la figura principal y cuya presencia era esperada por todos los jefes de estado. Ausencia que todavía no ha sido explicada, pues se esperaba que iniciara lazos con sus futuros pares, para beneficio de la economía del país.
Muchos analistas piensan que mover las secretarías de estado es labor de titanes, por las resistencias propias de una burocracia que ya tiene su vida hecha en la ciudad de México. Habrá madres que trabajan y no deseen abandonar a sus familias, hijos adaptados a sus escuelas, sindicatos poderosos defendiendo lo que consideran es el interés de sus agremiados. Quizá la solución intermedia que no será lo prometido, sea mover sólo a las cabezas y dejar a la burocracia en la cdmx, pero eso no sería descentralizar la administración pública.
El despido de los empleados de confianza en un 70% también genera dudas, así como la baja en salarios. Bien sabemos los mexicanos que un buen porcentaje de empleados de confianza son aviadores y recomendados, pero también sabemos que unos cuántos son los que llevan en sus espaldas el peso de la administración pública, y que en los sindicalizados no siempre se encuentra la disposición de realizar un trabajo ligeramente distinto al que su base implica. Así que se corre el riesgo de despedir a gente valiosa, pues las órdenes se cumplen, y sustituirlos por gente que pueda se capaz o incapaz, o simplemente no llenar esos huecos y tratar de echar a andar al personal sindicalizado, acostumbrado a una rutina sin grandes responsabilidades. También será una gran oportunidad para quienes de verdad desean servir a México, pero esperarán sueldos equiparables a las responsabilidades que asuman, y eso parece que no vendrá. Grave situación que no se le ve salida óptima en el corto plazo.
La baja de salarios se ha comentado como que si alguien no quiere hacer un trabajo, hay cien que desean su puesto aunque sea con un menor salario. Y es verdad, salvo que habría que evaluar si de esos cien, hay uno que tenga la misma capacidad, y conocimiento el que se va. Incluso suponiendo que tenga la misma capacidad, el país tendrá que pagar en tiempo la curva de aprendizaje, la cual puede salir más costosa. Quizá la solución sea analizar caso por caso, por parte de los nuevos titulares, pero eso no será posible, ante un gobierno urgido de dar resultados en el corto plazo. Resultados que no se darán en el combate al crimen organizado o en crecimiento económico, así que habrá que darlos en otros temas, mientras se avanza en este par de grandes retos.
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