Por Ramón Durón Ruiz (+)
Pra Galileo Galilei: “El gran libro de la naturaleza está escrito en símbolos” y el camino para interpretarlos es muy sencillo, visualizar el símbolo, cerrar los ojos, reencontrarte con tu Maestro Divino y sin saber ¿Cómo o por qué? brotará la luz de la respuesta.
Los símbolos son un alfabeto del universo, que contienen un mensaje intrínseco; la vida es profundamente simbólica, representa un ejercicio que no permite ensayos, en la que hay un camino por transitar, en el que los tropiezos y los altibajos traen enseñanzas y mensajes, si eres sabio, aprenderás a interpretarlos.
La Diosa Themis, –en la justicia– tiene elementos llenos de un profundo simbolismo: la venda que cubre los ojos, simboliza que el juzgador debe ser objetivo; la balanza en la siniestra que debe ser justo y trabajar en la igualdad; la espada en la diestra, simboliza el poder para castigar.
Que importante es saber interpretar el mundo de símbolos, en el que todos poseen un mensaje específico: el cuerpo; la mirada; las manos; el saludo; el abrazo; la enfermedad; los colores; los números; la Semana Santa; la toma de protesta; el sol; la luna; el rosario; la señal de la Santa Cruz; la Semana Santa; Navidad; La Cena de Fin de año; los Reyes Magos etc.
Vivimos bajo la divisa de un mundo de símbolos, y en la sabia comprensión del universo, en mucho “depende del cristal con el que lo mires”; los tres grandes momentos del ser humano, el nacimiento, el matrimonio y la muerte, son profundamente simbólicos.
Al nacer el niño Jesús, de oriente, fueron en su busca los Reyes Magos, –Mateo 2, 1-12–, iban guiados por la estrella de Belén, que se posó arriba del pesebre; en mi rural entender simboliza que el poder que da rumbo a tu vida, está en el cielo, cuando estés extraviado, si tienes la sabiduría de levantar tu mirada al cielo… siempre encontrarás el camino correcto.
Los Reyes Magos iban en busca del niño Jesús, el hijo de DIOS, los textos bíblicos hablan de Magos, –quizá como sinónimo de sabios– en ningún pasaje se dice los nombres, tampoco que fuesen tres, ni de distintas razas, mucho menos en que animales viajaban.
Llegaron al pesebre, se postraron, adoraron al niño Jesús, llenos de generosidad le ofrendaron dones y bienes, le obsequiaron tres regalos profundamente simbólicos: Oro, Incienso y Mirra. El Oro, proclamaba su naturaleza Divina, se le reconocía como Soberano; el incienso como símbolo de adoración a su Divinidad, como santuario de la Santa Trinidad; Mirra como signo de su condición mortal, que habrá de morir para nuestra salvación, simboliza la pasión de Jesús.
En la edad media, el monje benedictino Beda, hablaba de que: Melchor, era un anciano de blancos cabellos y larga barba; Gaspar, joven y rubio y Baltasar, un hombre negro, simbólicamente los identificó como representantes de Europa, Asia y África.
La rosca con su forma circular, simboliza el amor eterno a DIOS, que no tiene principio ni fin; simboliza la perfección, la totalidad y la eternidad, que nuevos caminos se abren; la rosca en forma de cero, en la rueda del tiempo simboliza la eternidad. El muñequito escondido dentro de la rosca, simboliza al Niño Jesús.
Lo de los Reyes Magos, me recuerda “la ocasión aquella en la que el cinco de enero un matrimonio dormía placenteramente, cuando tocan a la puerta. La señora se levanta, ve por la ventana y dice:
— ¡Viejo!, ahí están afuera los tres Reyes Magos.
— ¡Ah, chinga!, po’s pasa mel chor, vieja.
— ¡Ay viejoooo! ¿De veras? Me vas a cumplir la fantasía de tener relaciones con un sabio personaje.
— Cuál ‘inche fantasía –dice el esposo– ¡QUE ME PASES EL CHOR…‘ABRONA!”