Por Francisco Berlín Valenzuela

Hoy que se conmemoran los 50 años del inicio del movimiento estudiantil de 1968, deseo compartir con los amigos de la red, una interesante anécdota que me tocó vivir al lado del Ing. Javier Barros Sierra, entonces Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien ha pasado a la historia como un gran universitario y digno defensor de su autonomía, cuando fue agredida por las fuerzas federales, con aquel famoso bazucazo que se disparó contra la famosa puerta de la Preparatoria Uno, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en cuyo sede tuve la oportunidad de ser maestro en la Prepa Tres, que compartía el mismo edificio.
Corría el año de 1966, cuando un grupo de abogados, maestros universitarios, le planteamos al Rector Barros Sierra, la intención de hacer un viaje para conocer directamente cómo funcionaban los doctorados en derecho de varias universidades norteamericanas y europeas, en virtud de haber sido electos para encabezar la Mesa Directiva del Posgrado en la Facultad de Derecho de la UNAM. Con su amplia visión del mundo y de la vida, le pareció muy importante nuestro proyecto y aceptó patrocinarlo por parte de la Rectoría, después de darnos algunas recomendaciones, sobre qué universidades debíamos de visitar.
De inmediato los miembros de la Mesa Directiva, formada por su presidente Carlos Piñera Rueda, un servidor como Vicepresidente y los abogados Rubén Dario Mendiola, Antonio Vázquez y Javier Solano Sánchez Gavito, quienes ocuparon diversas carteras, nos dimos a la tarea de organizar el viaje académico para principios del mes de julio, el cual tendría una duración dos meses.
Al regreso me encontré con la agradable sorpresa de que se me había nombrado -en ausencia-, Director Nacional Juvenil del PRI, cargo del que tomé posesión inmediatamente, después de renunciar a la jefatura de prensa que desempeñaba al lado de un gran humanista el Dr. Ignacio Morones Prieto, Director General del Seguro Social.
Tal situación me planteaba el conflicto de cómo continuar con mis estudios en el Doctorado en Derecho, donde estaba muy feliz de estarlos realizando, ante las dificultades que me planteaba el cumplir con el nuevo encargo que se me había asignado, que requería tiempo completo y la disponibilidad para viajar constantemente.
En estas circunstancias, la oportunidad para resolver el dilema, se presentó, cuando el Rector Javier Barros Sierra, muy gentilmente me ofreció un desayuno, para festejar el nombramiento recibido, pues al comentarle la situación, paternalmente me aconsejó, suspender de momento mis estudios doctorales, porque la oportunidad que se me brindaba -sin haberla buscado-, tenía un gran significado político, argumentándome, que en la vida de los seres humanos no existen edades para el estudio y en cualquier momento se puede volver a las aulas, independientemente de que cuando se inicia una carrera política, puede ser el primer peldaño que conduzca a otras importantes tareas, que permitan servir más eficazmente a nuestros semejantes.
Después de escuchar tan sabios consejos, consideré que el Dr. Barros Sierra, tenía la razón, por lo que decidí suspender mis estudios doctorales, con la idea de continuarlos más adelante, cuando hubiera cumplido con las responsabilidades de la dirección nacional juvenil. Aún recuerdo con agrado, que dos años después, en diciembre de 1968, el Lic. Rafael Murillo Vidal, gobernador electo de mi estado natal, Veracruz, me dijo que había decidido nombrarme Secretario General de Gobierno de su naciente administración, cargo que desempeñé durante seis años. El vaticinio de tan eminente universitario se había cumplido.
Al término de mis responsabilidades como funcionario público en mi entidad natal, no dudé en volver a las aulas universitarias, para graduarme en 1980 como Doctor en Derecho, después de las importantes experiencias adquiridas.
Por eso hoy, uno mi voz, a la de todos los universitarios de México , para rendir un afectuoso homenaje al Rector Javier Barros Sierra, ilustre defensor de la autonomía universitaria.