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Vivimos confundidos, entre mares de información, una educación endeble, los ataques mediáticos y la ruptura constante entre ficción y realidad, nos volvemos vulnerables, cuesta discernir algunas líneas que antaño fueron indispensables para un buen desarrollo y en raras ocasiones buscamos la verdad detrás de lo anunciado por medios de comunicación.
Confiamos en la publicidad, dejamos que las riendas de nuestra vida las tome en más de una ocasión la mercadotecnia y ponemos en pedestales a figuras con grandes aciertos, pero omitimos por completo sus errores, mientras permitimos a otros tomar las decisiones trascendentales de nuestro futuro, de nuestro entorno.
La facilidad con la que se posicionan temas banales o con la que movimientos y trastornos se vuelven un blanco ideal del capitalismo nos ha llevado a idealizar aquello que necesita con urgencia atención, ha sido un cambio tan paulatino que no lo notamos e incluso en más de una ocasión lo normalizamos, acostumbramos a los demás a mostrar como real lo más fantástico y dañino tanto para la salud mental como física.
Quizás comenzó con algunas revistas e ideales de belleza en los que la aspiración de tener una figura ideal llevó a jóvenes a distintos desórdenes alimenticios. O tal vez fue una moda que se propagó desde tiempo atrás donde los ideales de cultura se transformaron, cuando la aspiración de ser grandes personajes de la literatura mutó a una aspiración de ser figuras influyentes de internet. Pero los movimientos fueron más allá de la estética, se tornaron en formas de vida que exigían representaciones gráficas del mismo, de compartir a través de las pantallas una vida que dista mucho de la realidad y que muy pocos pueden costear.
Compartir la vida privada a través de redes sociales se volvió un requisito para legitimar los hechos, si google no lo sabe no existe, si no estás en facebook nadie te conoce, si no compartiste tu viaje en instagram no estuviste ahí y si internet no sabe algo de ti, no lo sabe nadie y quizás sea mejor así pero en la era de la modernidad todos quieren ser reconocidos y esperan una aprobación social por medio de likes. Mientras más joven mayor el anhelo de pertenecer a una cultura digital y mejor será su desenvolvimiento a través de distintas plataformas, en las cuáles tarde hemos descubierto que somos el producto.
Tarde nos dimos cuenta de toda la información que otorgamos sin pensar y el daño que podría causar su conocimiento, tarde podría ser para las próximas generaciones si los padres no comienzan a involucrarse en el consumo de contenido de sus hijos, si todos seguimos sin informarnos debidamente respecto a nuestro día a día, tarde podría ser para el planeta el consumo desmedido que ha dejado sin recursos a la tierra, que contamina y extingue a infinidad de especies.
El desarrollo que vivimos puede traer consigo grandes avances, pero ¿a costa de qué y quiénes? Aún estamos a tiempo de encontrar un punto de equilibrio, de conocer todos los puntos de la historia y no quedarnos sólo con la idea que durante años se nos ha vendido. Seamos verdaderos partícipes de movimientos trascendentales y no dejemos nuestro activismo en una playera o detrás de una pantalla. Conozcamos a fondo problemas sociales y causas de daños a nuestro entorno, dejemos de comprar la idea de un mundo mejor, comencemos a construirlo.