Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más,
hacer más y ser mejores, eres un líder.
-John Quincy Adams

Hace dos siglos, Charles Darwin, científico inglés, comentó que no necesariamente son las especies más fuertes las que sobreviven al cambio, sino aquellas que tienen la capacidad para adaptarse al entorno donde estas se desarrollan. Sin duda, esta aseveración con el paso de los años ha estado vigente en el reino animal y vegetal, sino también en la forma en que se comportan y se relacionan los seres humanos en cualquier actividad de la vida cotidiana.

A finales de la segunda década del siglo veintiuno, el entorno se ha caracterizado por estar inmerso en un enérgico proceso tecnológico disruptivo sin precedentes, en el cual las innovaciones están a la orden del día en casi todos los campos de la vida: la medicina; la nanotecnología; nuevas formas de energía, la robótica; inteligencia artificial; las impresoras 3D; los drones; automóviles autónomos; el Big Data; los viajes al espacio y la internet de las cosas, entre muchos otros desarrollos. Ésta realidad está impactando drásticamente no sólo a los procesos y sistemas productivos, sino también en la forma de comunicarnos y organizarnos, así como en la manera de trabajar y liderar personal en el mercado laboral.

En este nuevo contexto el aprendizaje a lo largo de la vida es una función fundamental y de vital importancia para la supervivencia de los directivos, con el paso de los años las habilidades directivas y de liderazgo se han adaptado a las circunstancias que cada generación le ha demandado, ya que, cada época ha estado condicionada por sus propias realidades. Desde un liderazgo con base en la fuerza y la autoridad, avanzó a uno centrado en los colaboradores, hasta llegar a adaptar el estilo de liderazgo según las circunstancias que rodean cada situación. Hoy, no es la excepción, una vez más, habrá que estar atentos para responder oportunamente a las nuevos conocimientos y habilidades que requiere el directivo para coordinar y dirigir con éxito a las nuevas generaciones de trabajadores altamente especializados e inmersos en un entorno hiperconectado y caracterizado por la digitalización en el marco de lo que se le denomina la industria 4.0.

Ya no es suficiente por jerarquía dirigir un grupo, es necesario actualizarse permanentemente, utilizar una variedad importante de conocimientos y habilidades, pero sobre todo se necesita desarrollar la capacidad de manejar sus emociones con eficacia al estar bajo presión y liderando a sus colaboradores. No obstante, aun encontramos organizaciones con liderazgos obsoletos, con actitudes retrogradas, aferrados al pasado, y por si fuera poco, con falta de visión. La resistencia al cambio es otro enemigo a vencer, ya que, rehúsan evolucionar, a fortalecer y desarrollar nuevas competencias directivas, a mejorar sus estilos de liderazgo que tanto impactan en el desempeño de sus colaboradores y por consecuencia al logro de las metas de las organizaciones.

Hace algunos años la Universidad de Harvard realizó un experimento, con el propósito de demostrar cómo los seres vivos nos adaptamos con tanta facilidad a los cambios y cómo éstos, en muchas ocasiones pueden llegar a perjudicarnos cuando no los percibimos; en la primera parte del ejercicio, utilizaron una rana y un frasco de vidrio con agua, al cual se le aplicó temperatura hasta alcanzar su punto de ebullición, al momento de introducir al pequeño animal en el recipiente, percibió lo caliente del líquido y saltó bruscamente. En la segunda etapa del experimento utilizaron los mismos elementos, el frasco de vidrio, la rana y el agua, solo que ahora el líquido se encontraba a temperatura ambiente, por lo que, al introducir el anfibio en el recipiente con agua, se sumergió hasta el fondo con facilidad, una vez que la rana se encontraba erguida en el fondo, la temperatura se incrementó gradualmente en intervalos específicos de tiempo y la rana no se movía de su lugar, la temperatura siguió aumentando y mientras esto sucedía, la rana continuaba inmóvil, hasta el punto en que el agua estaba hirviendo mientras el batracio permanecía estático, el incremento gradual de la temperatura fue imperceptible hasta llegar al punto de cocción; porque su sistema biológico está diseñado para detectar cambios bruscos, no aquellos que son imperceptibles al nivel consciente.

De la misma manera le sucede a los seres humanos y también a muchos directivos, mientras están distraídos en las tareas diarias, solucionando problemas, buscando atender con calidad los requerimientos de los clientes y absortos en los quehaceres diarios, no son consientes a los cambios que se están gestando en el entorno. Por lo que, aparentemente carecen de tiempo para actualizarse, investigar y fortalecer sus competencias tanto directivas, digitales, como de liderazgo, colocando éstas importantes tareas en segundo plano, evitando así que se anticipen a los cambios inminentes que demandan las nuevas generaciones de trabajadores, así como a las innovaciones y desarrollos tecnológicos. Ésta situación bloquea por así decirlo, la capacidad de respuesta del cerebro, evitando la exploración de nuevas conexiones neuronales, limitando la iniciativa, la capacidad creativa, de respuesta oportuna y la toma de decisiones del líder, llevándolo a un nivel de incompetencia por la falta de conocimientos y habilidades pertinentes, y seguramente a un futuro incierto y vulnerable por la falta de eficiencia en sus habilidades directivas y de liderazgo. No por nada, diversos estudios indican que un tercio de los trabajadores no confían en sus administradores.

Las organizaciones del tercer milenio requieren de líderes, que además de sus conocimientos, su capacidad técnica y sus aptitudes, desarrollen la capacidad de aprender y desaprender a lo largo de la vida, de escuchar a sus subordinados y ser sensibles al medio donde se desenvuelven con la finalidad de actuar congruente y oportunamente; fomentando en ellos y sus colaboradores el pensamiento crítico, la creatividad y el trabajo colaborativo para la solución oportuna de problemas; además, deben desarrollar el hábito de explorar el entorno con el propósito de identificar comportamientos y tendencias que puedan afectar positiva o negativamente el servicio y el futuro de la organización. Estas capacidades entre otras, son de vital importancia para asegurar la pertinencia de su liderazgo en la nueva civilización que se está conformando.

Finalmente, considero que es necesario fomentar la cultura de la innovación, fortalecer la educación que estimule la creatividad y la inventiva, derogar las leyes que inhiben y matan a la innovación, así como, estimular la inversión en la innovación y globalizarla, tal y como lo sugiere Andrés Oppenheimer en su famoso libro Crear o Morir.

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