Las cualidades de Xalapa, tienen que ver con lo que se llama capital social positivo, entre lo que podemos incluir a los libros y la lectura; de sus defectos hablaremos otro día. Tenemos dos grandes ferias de los libros, la de la Universidad Veracruzana y la Infantil y Juvenil, que tienen un impacto considerable en nuestra vida pública con sus exposiciones, talleres, foros y presentaciones de textos recientes, algunos en voz directa de autores de gran renombre. Es deseable que ese nivel de Xalapa, se extienda al resto de nuestro Estado de Veracruz, sin omitir que se hacen ferias de libros y actividades culturales relevantes en lugares como Orizaba, Cordoba y Boca del Río, entre otros. La experiencia señala que contamos con un nivel atractivo y aceptable de lectura en esta ciudad Capital, como lo indica el amplio número de bibliotecas públicas y de librerías, además de espacios independientes de lectura. La lectura mayor, masiva, es la escolar en todos sus niveles; es donde la niñez y nuestra juventud se acercan o consolidan una relación con los libros; sus avances dependen mucho de contar con profesores comprometidos en la Educación y padres cercanos e interesados en su desarrollo. La lectura obligada tiene como destino la intrascendencia. El libro abierto es imaginación y libertad, es educación. Quien lee aprende algo nuevo, recrea su imaginación y amplía sus horizontes. De cada paso como lector se hace un ciudadano más libre.

La Educación define a las personas en sí y para sí, como individuos y como sociedad; es el ámbito vital del conocimiento y la plataforma indispensable para formar a quienes cumplirán con un rol determinado socialmente. Hablar de Educación es colocar al centro a los estudiantes con el acompañamiento y guía de los profesores. Los buenos maestros contagian con su entusiasmo, se preparan permanentemente, alientan las inteligencias y los potenciales proyectos de sus alumnos en una relación horizontal y de confianza. De esos estudiantes brillantes y libres se nutre una sociedad madura y en crecimiento. Discutir reformas sin tomar en cuenta la calidad de la Educación en un país pobre y con rezagos culturales en general, es no entender mucho de nuestros problemas y sus soluciones. La Educación mexicana, además de cumplir con sus definiciones constitucionales, debe tener un sello de Estado y ser parte sólida de un proyecto nacional democrático. Volver al manejo partidista, faccioso, clientelar y casi primitivo de la Educación sería imperdonable y un retroceso en la perspectiva del progreso de México.

Cualquier profesión tiene su importancia, decir más o menos es bizantino, pero no debe perderse de vista que la de profesores y maestros tiene que ver con la formación de las nuevas generaciones y, delicadamente, con seres humanos. El docente es guía desde el nivel preescolar, de las primeras letras y la adopción de valores fundamentales; trabaja con niños y jóvenes en la adquisición de conocimientos claves en su desarrollo y en las más complejas etapas de crecimiento y definición de personalidad. De ahí que, a su categoría profesional, debe agregar su vocación; sin ella, carecería del entusiasmo para la motivación y la apertura de caminos al estudiantado. Reivindicó el entusiasmo, sensibilidad y compromiso de las Educadoras como modelo del profesorado. La Educación es libertad, son letras en libros y voces en la conversación inteligente y de expectativas. Si mejoramos en todas sus facetas a la Educación, estaremos creando una mucho mejor sociedad de tolerancia, buenos modos, paz y desarrollo. Más y mejor educación resultará en mejores seres humanos en forma de ciudadanos informados, críticos y participativos.

Recadito: lo nuevo será lo que la ciudadanía crítica y participativa logre; no las siglas ni los lobos vestidos de corderos.

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