Con un nuevo escenario político se avecinan algunas formas de remiendo, borrón, correcciones y hasta congelamiento de lo que sigue llamándose Reforma Educativa, más como construcción mediática y discurso partidista y parcialmente sindical. Si Andrés Manuel ofreció su derogación, así será al menos en algunas de sus partes, por imagen y cumplimiento de acuerdos con los grupos interesados que se le sumaron con esos propósitos. La llamada reforma educativa tiene como ejes el servicio profesional docente (ingreso y promoción), las evaluaciones y el reciente nuevo modelo educativo. Las evaluaciones se han consolidado a pesar de la sistemática descalificación que se hace de ellas presentándolas como punitivas. La paradoja con el nuevo modelo educativo es que se inició este mes en su primera etapa y pudiera suspenderse en diciembre por medio de decretos o disposiciones presidenciales.
Se ha simplificado en exceso el cuestionamiento a la reforma; es claro también que hay algunos elementos justos de impugnación, como su inicial acento laboral y su construcción unilateral y vertical; pero las claves de la inconformidad tienen que ver mucho más con privilegios, costumbres e intereses de los grupos que utilizaron a la Educación como plataforma política y fuente de enriquecimiento. Se nota una facilidad preocupante a la hora de hablar de la Educación, como si fuera cualquier tema, como si no se tratara de la actividad más vital para el desarrollo de nuestra sociedad. Se manosea sin piedad y pudor. Hay visiones demasiado estrechas que omiten la esencia y fines de la Educación que son la niñez y juventud mexicanas.
Está por llevarse a cabo una consulta educativa impulsada por el equipo respectivo del gobierno entrante; falta saber sobre sus mecanismos y alcances. Hasta ahora lo que se sabe principalmente es el anuncio del Presidente electo en el sentido de que eliminará la reforma. No se precisa claramente lo que quedará o se congelará de la reforma. En todo caso, urgen definiciones. Es una parte vital de la sociedad. La Educación es cobertura, enseñanza, resistencia y democracia; pero también es calidad y retroalimentación con la ciudadanía. A estas alturas de nuestra vida como nación las preocupaciones educativas tendrían que concentrarse en la calidad y las competencias suficientes para entender y nivelar o superar al resto del mundo. La Educación debe concebirse como un proceso que supera coyunturas sexenales, visiones partidistas o meras cuestiones sindicales; debe ser una actividad y compromiso de Estado, con sus autonomías suficientes para evolucionar en los ámbitos locales.
Se habla de los supuestos daños de la reforma sin precisarlos; no se procede honestamente a la hora de mencionarla. En el caso de Veracruz, es obvio que no hay represión ni injusticias laborales; por tanto, el discurso del victimismo y de una ficticia lucha se cae en pedacitos. Es hora de abrir paso a la inteligencia, abrir lo que sea, todo, con el ánimo de ganar consensos, voluntades y compromisos; es hora de escuchar a los que saben, a los que ponen en práctica los lineamientos, reformistas o no. Es tan vital la Educación para el futuro de México y Veracruz, que no puede dejarse en manos de grillos y grupos de intereses facciosos. Lo verdaderamente importante es el estudiantado, que contemos con profesionistas aptos para empujar a nuestro país y competir con el mundo. Para ello se requiere curricula integral y completa, docentes profesionales y ciudadanía participativa. Es la comunidad escolar el habitad natural de la imaginación, la creatividad, los conocimientos y la enseñanza para ser una sociedad culta y, por tanto, libre y democrática. La calidad debe estar muy por encima de la cantidad e ir asociada a la indispensable equidad en una sociedad brutalmente desigual y excluyente.
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