Cuando hablamos de animales de inmediato nos transportamos a la literatura infantil, a los osos, los cerditos, y zorros como el que aparece en el mundo de El principito, pero existen otros dentro de la literatura universal que bien vale la pena recordar.

Quizá el más famoso es el cuadrúpedo que acompañó al ilustre Don Quijote de la Mancha en sus aventuras, recorriendo los parajes españoles y como el mismo lo dijo que tardó cuatro días en imaginar el nombre que le pondría, después de haber repasado muchos, finalmente se decidió por Rocinante “…a su parecer alto, sonoro y significativo…el primero de todos los rocines del mundo”.

En 1914 Juan Ramón Jiménez publicó una narración haciendo alusión a un simpático burrito, el libro es una especie de recuerdos del pasado que van apareciendo sin un orden específico, en un ambiente de época, el siempre sostuvo que no era un libro para niños que estaba dirigido a los adultos, sin embargo es parte de la literatura universal apta para todo público, debido a su gran aceptación decidió ampliarlo y la segunda parte la tituló de Otra vida de Platero que quedó en cuadernillos que no vieron la luz. El dijo en su obra: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos duros cual dos escarabajos de cristal…”.

Inmerso en la literatura medieval destaca un poema de Roman de Renat en donde el protagonista es un zorro del que sobresale por su astucia. Otro poema imperdible lo creó Edgar Allan Poe El cuervo publicado en 1845 en donde nos describe la visita de esa inteligente y misteriosa ave a la casa de un amante afligido y como este va perdiendo la cordura, dice en uno de sus fragmentos: “Entonces, este pájaro de ébano / cambió mis tristes fantasías en una sonrisa / con el grave y severo decoro / del aspecto que se revestía”.

No podía faltar Moby Dick, la enorme ballena blanca que persiguió incansable el capitán Ahab, trasladándonos al conocimiento de la vida de los marineros durante el siglo XIX, con la actividad de la caza de de esta especie, en el siguiente fragmento se manifiesta su obsesión: “ Si, sí, yo la perseguiré al otro lado del cabo de Buena Esperanza, y del cabo de Hornos y del Malestrom noruego, y de las llamas de la condenación antes de dejarla escapar”.

No podían faltar los perros en las historias literarias y muestra de ello es Colmillo blanco, novela del norteamericano Jack London, publicada en 1906, pero que apareció inicialmente en la revista Outing por entregas. La historia se desarrolla en Canadá nos deja un grato recuerdo al leer la fuerza que imprime un lobo salvaje, su nobleza y habilidades desde la perspectiva de personaje canino, aquí un pequeño bocado: Se volvió más ágil que otros perros, rápido de patas, astuto, mortal, más liviano, más delgado, con músculos y nervios de hierro, más resistente, más cruel, más feroz y más inteligente”.

Concluiré con el microrrelato sobre los más antiguos animales de la tierra, del escritor de Guatemala Augusto Monterroso publicado en Obras completas y otros cuentos. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

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