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Me encuentro en una reunión social, debatiendo en si ordenar una pizza o una ensalada, la opción se vuelve más sencilla cuando noto que el costo de un plato de lechuga es mucho más elevado, de inmediato conversamos en la mesa al respecto, comer saludable es caro, especialmente cuando se adquieren estos productos de fuentes secundarias, ya que generalmente al costo del producto se agrega su traslado, mientras que la comida chatarra puede permitirse abaratar sus precios debido a sus grandes cantidades de venta.
La salud en México es un tema delicado, cuyas políticas siempre son debatidas por la sociedad. Si se aumenta el impuesto a bebidas alcohólicas o azucaradas, el cigarro y demás productos nocivos para la salud siempre hay alguien que se queja por estas medidas, en su mayoría son las industrias que ven afectados sus intereses, pero también los principales consumidores.
Se ha comprobado en otros países que aumentar el costo de estos productos disminuye su consumo, pero ¿por qué se toman estas medidas? No sólo se realizan con la finalidad de recabar más impuestos de quienes los producen, sino por falta de hábitos adecuados, nuestro ritmo de vida acelerado para el trabajo pero demasiado lento en el cuidado personal influye mucho en las elecciones que hacemos día a día y que tienen notorias repercusiones en nuestra salud.
En México y el mundo, el cáncer de pulmón es de las primeras causas de muerte, de acuerdo a la Secretaría de salud, cada año se presentan 10,000 nuevos casos. ¿De quién es la culpa? Quizás las industrias tabacaleras por fomentar hábitos que propician el desarrollo de estas enfermedades, también la sociedad por no brindar información suficiente sobre las consecuencias de adquirir ciertos hábitos, de igual forma nuestro deficiente sistema de salud por diagnósticos tardíos o falta de atención oportuna.
Pero el cáncer de pulmón no es el único mal, 7 de cada 10 mexicanos tienen obesidad, superando incluso el índice de Estados Unidos, esto debido a un estilo de vida sedentario y como resultado de una pésima alimentación. El problema es que estos padecimientos se hacen cada vez más latentes en personas de menor edad.
Es cierto que el nivel de exposición que tenemos ante publicidad de productos nocivos a la salud es exorbitante, le invito a hacer el ejercicio de contar los espectaculares a su paso de: pastelerías, dulces, bebidas alcohólicas y demás mercancías que puedan repercutir en cada uno de nosotros. Sin embargo no basta con responsabilizar a la industria si desde el hogar no generamos mejores hábitos y comenzamos a preocuparnos del efecto que nuestro consumo tiene en nuestro cuerpo.
Las etiquetas de cada producto aportan distintas ideas de lo que estamos ingiriendo, mas no son suficientemente claras para quien no tiene noción de lo que estas representan, desde temprana edad deberíamos preocuparnos por la nutrición y las consecuencias de determinadas adicciones, así estaremos previniendo una generación de enfermos cardiovasculares, diabéticos y obesos.
Podemos culpar a la industria y la publicidad, pero la responsabilidad final siempre recae en cada uno de nosotros, así que manos y pies en movimiento y más atención a nuestra alimentación. La salud depende de las elecciones personales, del entorno que construimos y lo que permitimos.