Recién iniciaron las consultas sobre la Educación convocadas por el equipo de transición del Gobierno entrante. Al llevarse a cabo con definiciones claves anticipadas, anunciando abrogación de la «Reforma Educativa», las consultas pierden espontaneidad y riqueza ante un sesgo determinante. Aun así es importante manifestar algunas posturas sobre la Educación, tal vez no de la equivocada polarización entre reforma si o reforma no, sino más bien del momento histórico y social que vive, sus retos ante el mundo y las vías más fuertes para contar con un sistema educativo moderno, incluyente, de alta calidad y esencialmente democrático.

Hablar de la Educación de una sociedad, país o nación es abarcar todo, es tratar sobre las bases y mecanismos de su desarrollo. La Educación es vital y determinante para que existan mejores seres humanos, ciudadanos comprometidos y sociedades fuertes y prósperas en todos los sentidos. La Educación es una tarea mayor, vital para la sociedad, que debe estar en permanente mejora y evolución. En razón de tales retos se abrió paso hablar de Educación de calidad.

En nuestro México, a pesar de su amplia cobertura y contar con eminentes pedagogos e ilustres intelectuales, la Educación ha estado limitada y deformada por un sistema de clientelas, mediocre y corrupto; donde hay entrega, mística y compromiso de sus docentes pero frenados y contaminados por líderes y directivos. Hasta hace pocos años el Estado mexicano rescató plenamente la rectoría de la Educación y dio inicio a un novedoso planteamiento reformista, cuyas fallas tuvieron que ver con su acento laboral y sus formas unilaterales; la idea es correcta sustancialmente, apunta a la profesionalización docente, a la evaluación y a un nuevo modelo educativo. Los grupos de interés que se llaman afectados y la frivolidad gubernamental han conspirado con mucha fuerza contra los cambios que les arrebatan sus privilegios. La rectoría del Estado, esto es, que el Gobierno tenga los hilos de la Educación, ha restado fuerza al indebido e ilegítimo poder sindical y ha desterrado primitivas prácticas de venta y herencia de plazas.

La reforma inició mal, con prioridad en los aspectos laborales y sin las consultas indispensables para ganar los consensos que son tan básicos en una tarea de esa envergadura. Después mejoró, fue completándose. Si algo se le debe revisar, serían precisamente sus aspectos laborales y dar garantías reales de información y transparencia a los profesores involucrados.

Es elemental que por ningún motivo debe desaparecer la evaluación ni convertirse en algo ornamental o de simulación, se trata de un componente clave del servicio profesional docente. La evaluación es fundamental para contar con una mejor educación. Podemos tomarla como la certificación que se hace en cualquiera de las profesiones. Así como los estudiantes son evaluados sistemáticamente, sus profesores deben hacer lo mismo. La Educación pública nunca ha estado en riesgo como tal, ni en las etapas más neoliberales del Salinismo ni en las ocurrencias Foxistas; son los grupos de presión, parasitarios, quienes han erosionado zonas de la Educación y la han privatizado en algún sentido. Ese no es el tema real. Se debe quitar esa bandera a los grupos que la enarbolan demagógicamente, a quienes viven de la Educación pero que no le corresponden con trabajo, respeto y preparación.

Entre grandilocuentes discursos y una insana polarización, entre razones gremiales y cálculos políticos que han estado muy por encima de criterios técnicos y pedagógicos, se abrieron paso recientemente unas felices palabras del presidente electo, López Obrador, en el sentido de pedirles a los miembros de la CNTE que no haya abandono de las aulas. Esa es una definición clave, que se hace cargo de esa nociva práctica sindical que ha dañado el derecho a la Educación de los niños más pobres. Hay un grave riesgo de que, ante la inmovilidad de lo estructural (economía, seguridad, etc.), se pretenda caer en la tentación autoritaria de «pagar» con cuotas clientelares de algunos aspectos educativos. Solo la participación ciudadana, sobre todo en forma de madres y padres de familia, la voz de los especialistas, las posturas críticas y exigentes de los trabajadores de la Educación y el concurso de los estudiantes podrá salvar un curso correcto de la Educación.

Recadito: refundar no es tabla rasa ni méritos ficticios…

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