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Nos ponemos patrios y gritar ¡Viva México! al unísono es el mejor pretexto pare reunirnos con seres queridos, degustar los mejores manjares de la cocina mexicana y por supuesto no puede faltar el mezcal y tequila. Las fiestas patrias son el momento de enaltecer nuestras raíces, de portar con orgullo los colores de la bandera o elementos de nuestro amado México, es un día para celebrar…¿nuestra independencia? ¿Realmente conseguimos los ideales de un País mejor?
México tiene muchas formas de enamorar a cualquiera, lo hace constantemente con millones de turistas en cada una de sus playas, las cuales poco a poco han sido cedidas a la inversión extranjera, también enamora con sus paisajes como el cañón del sumidero que cada vez está más lleno de basura y contaminación, enamora con la calidez de su gente. Sí, celebremos el orgullo nacional pero también reflexionemos un poco sobre los puntos pendientes que seguimos sin escuchar. Porque México es belleza, colores y cultura, pero también es la necesidad de cambio y el dolor de su gente.
Cada septiembre me llena de alegría pensar en las riquezas y belleza de nuestro país, creo que el orgullo nacional es algo que todos deberíamos tener arraigado sin importar cuánto disfrutemos de otras culturas. Que el amor a las raíces se demuestra día con día, valorando a cada gente de nuestra nación y no sólo en redes sociales exaltando tejidos que muchas veces compramos a otras compañías y no a quienes obtienen sustento con el arte de sus manos.
El amor a México va más allá de colores y mariachi, se debe demostrar en el consumo cultural y local de nuestros productos, dando el justo valor a quienes lo producen, pero también se demuestra en las ideas, en la empatía para con los nuestros y en el respeto a las expresiones de otros. El amor a México se vive en la búsqueda de igualdad de género, en la crítica constante a quienes nos dirigen para evitar que nuestro amor se desvíe y se pierda en medio de agujeros negros de la corrupción.
Más allá del turismo, nuestro orgullo nacional debería extenderse a otros rubros como la educación y la investigación, pero para posicionar al país se necesita primero el apoyo a las ideas, la incentivación a la creatividad y la innovación. México necesita otro tipo de líderes, de esos que no están en las filas de algún partido y que sin embargo gracias a sus ideas disruptivas logran cambios reales, gente joven que no desdeñe la experiencia de los mayores, con la voz clara para que tampoco pierdan fuerza sus propuestas.
Nuestro país necesita extender sus panoramas, reforzar la calidad educativa para que la gente tenga acceso a mejores empleos, proyecte nuevas ideas y por ende genere nuevos espacios para los demás, necesitamos abrir una consciencia ecológica en la que el turismo converja con el entorno sin modificarlo o dañarlo. Hacen falta nuevas voces, apertura a la diversidad y aceptación del otro para una mejor convivencia. En el país urge seguridad, valores y un entorno familiar más sólido, donde no se presenten condiciones de pobreza que vuelvan a cualquiera un blanco fácil de la violencia.
Por amor a México, hagamos cada uno lo que nos toca, pensemos, actuemos y apoyemos al otro desde nuestras posibilidades, un país mejor es posible si nos preparamos y organizamos desde nuevas ideas. El cambio no llega con la alternancia llega con todos nosotros.