El sismo de magnitud 7.1 ocurrido el 19 de septiembre del año pasado nos ha dejado muchas lecciones que hay que saber valorar el evento, podemos aprender mucho. La primera lección, que debemos aprender es que, hagamos lo hagamos para prevenir los desastres y sus posibles consecuencias, nunca estaremos lo suficientemente preparados para hacerles frente de manera adecuada.
A saber, dos son los orígenes de las emergencias a las que nos podemos enfrentar: las de origen natural, que nos dejan la lección de que la naturaleza es la naturaleza –se incluyen epidemias sanitarias y plagas– y con ella no se juega. Cuando ésta se manifiesta con toda su implacabilidad lo único que queda es la protección civil como el último recurso con que cuentan los seres humanos y sus instituciones para salvaguardar la integridad de la población. Si hay que evacuar, hay que evacuar, si hay que correr, hay que correr para salvar la vida, poner tierra de por medio.
En lo que hace a las emergencias antropogénicas, es decir, las que son producto de los impactos, procesos o materiales que son resultado de actividades humanas (industria, agricultura, minería, transporte, construcción, urbanización y deforestación), pues aunque siempre hay un grado de vulnerabilidad latente ante este tipo de fenómenos, queda la gestión de riesgos como la manera de anticiparse a sus posibles y probables consecuencias. La planeación de medidas orientadas a impedir o reducir los efectos adversos de fenómenos peligrosos sobre la población, los bienes, los servicios y el ambiente. Necesitamos identificar, analizar y cuantificar consecuencias para emprender actividades preventivas y/o correctivas. Esto es gestión de riesgos.
Como ya lo he comentado en anteriores ocasiones, desde el año 2000 he venido trabajando en el tema de la protección civil para sistematizar su estudio profesional a nivel de educación superior. En 2007 presenté a la Secretaría de Educación Pública una propuesta para que se analizara desde el Gobierno Federal del sistema de universidades públicas incorporadas, públicas, autónomas o descentralizadas. La SEP en aquella ocasión me contestó que no tenía en su horizonte inmediato la promoción de una oferta académica de tal naturaleza, descartando cualquier esfuerzo que se pudiera hacer al respecto.
Persistí en mi empeño y redirigí mi propuesta al Gobierno del estado de Puebla. En principio se analizó la posibilidad de establecer un programa de licenciatura, aprovechando que en esa entidad estaban por abrir un programa de licenciatura en seguridad pública y veían factible empatar mi propuesta con la suya. No hubo avances y finalmente se desechó mi iniciativa. De ahí toqué las puertas de la Universidad Veracruzana, y en el penúltimo año de la gestión de Raúl Arias Lovillo (2008), se le dio entrada a la propuesta creándose una comisión académica de carácter interdisciplinar que se encargaría de trabajar sobre el diseño curricular de la nueva carrera de Ingeniería en Gestión de Riesgos y Protección Civil. Desafortunadamente y no obstante haber logrado un avance en 9 meses de trabajos de más o menos el 85% del programa de estudios, los trabajos fueron cancelados por la doctora Sara Ladrón de Guevara, aduciendo limitaciones presupuestales.
¿Cuál era el objetivo de contar con una ingeniería en G. de R. y P. C.?, pues de contar con profesionales que, analizadas las diferentes vertientes de una situación de emergencia dada, supieran cómo actuar antes, durante y después del suceso, coordinando y dirigiendo los operativos para saber con precisión qué hacer, cómo y en el momento justo. Se trataba de formar un profesional con un nuevo perfil; no se trataba de un especialista en cualquier rama de la ingeniería como técnica, tampoco en ciencias de la tierra, en sismología, mucho menos en administración pública, arquitectura, medicina, sicología y/o derecho, pero sí que contara con los principios básicos de todas estas disciplinas.
El temblor del 19 de septiembre de 2017, entre otros graves daños, ocasionó el derrumbe del Colegio Enrique C. Rébsamen, que dejó un saldo de 26 personas: 19 niños y 7 adultos, quienes quedaron sepultados bajo los escombros del mencionado colegio. En las labores posteriores de rescate de víctimas y de posibles sobrevivientes al derrumbe del edificio, participó centralmente la Secretaría de Marina, montando y coordinando un operativo en el que salieron a relucir muchas deficiencias. No es la intención evidenciar a Marina, por el contrario, la participación de la misma junto con la SEDENA son imprescindibles en operaciones de rescate y apoyo a la población civil afectada en casos de desastre. Las posibilidades de movilización de cientos e incluso miles de efectivos en estos operativos nadie, ninguna dependencia es capaz de suplirlos.
La protección civil es y debe ser, al menos en su dirección y coordinación, terreno del mando civil del gobierno. Por eso es importante que en la Coordinación General de Protección Civil, dependiente de la Secretaría de Gobernación, se encuentre a su cargo un funcionario público capacitado en la materia, lo que, aunado a la carencia de protocolos de actuación lo que dio como resultado el desorden que todos pudimos ver a través de la televisión en las labores de rescate. A continuación y como un mero ejercicio pedagógico de lo que haría un ingeniero en G. de R. y P. C., doy un marco de acción elemental de cómo se deberá proceder en circunstancias así en coordinación con las fuerzas armadas:
1.- Inicialmente se valorará visual y técnicamente el perímetro en donde está ubicado el edificio colapsado (la escuela Rébsamen) a fin de detectar posibles riesgos: fugas de gas, líneas de conducción eléctrica y otro tipo de cableado que pudieran ser susceptibles de conducción eléctrica que pudieran poner en peligro la integridad física del personal de rescate. El edificio colapsado también será evaluado técnicamente por ingenieros civiles. Enseguida se interrumpirá todo suministro de energía a las instalaciones del edificio derruido, delimitándose la zona de trabajo de los rescatistas institucionales y voluntarios y se instalarán casas de campaña y/o remolques que funcionen como oficina de mando, coordinación y control con equipo telefónico, terminales computacionales, escritorios, mesas de trabajo y sillas, más las fuentes de energía portátiles necesarias, incluido equipo de alumbrado, potabilizadoras y baños portátiles.
2.- En el centro de comando, deberá estar dispuesto para trabajar en logística, personal secretarial civil y castrense capacitado para operar computadoras (paquetería, impresoras, fotocopiadoras, scanner y equipo fotográfico), equipo de telecomunicaciones e instalaciones ambulatorias como: técnicos electricistas, carpinteros, herreros y especialistas en albañilería, cuando menos, con equipo como mazos, picos, palas, carretillas, pinzas, corta metales, gatos hidráulicos y neumáticos.
3.- Se organizará y coordinará el trabajo de las brigadas de voluntarios por grupos, horarios, vocación, para ello y de manera previa se les tomarán sus generales, huellas digitales, teléfonos de algún familiar para reportar algún percance, toma de indicadores vitales, registrar tipo y presión sanguínea, registro de enfermedades. Asimismo, se les deberá inocular con antitetánicos, proporcionar guantes de protección, protectores visuales del tipo industrial, fajas anti hernias, chalecos reflejantes, casco protector y, en su caso, linternas de mano.
4.- Se deberá contar con unidad móvil hospitalaria para primeros auxilios con suministros médicos, gases medicinales, equipo de revitalización cardio-pulmonar, con el personal médico y de enfermería adecuado, sueros glucosados, camillas con inmovilizadores cervicales, entre otro equipo.
5.- Finalmente, deberán estar dispuestos remolques-perreras con las brigadas caninas alojadas cómodamente, en espera y dispuestas para trabajar en cualquier operativo de búsqueda y rescate, con suministro oportuno de alimento y agua.
6.- Se deberá nombrar a un responsable de comunicación social que informe a los medios informativos las comunicaciones oficiales pertinentes y autorizadas.
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