En estas semanas que acaban de pasar, se nos adelantaron en el camino sin retorno, dos referentes –al menos para mí- del mundo de Hollywood que dejaron una profunda huella en mis preferencias musicales y cinematográficas: Aretha Franklin (Memphis, Tn. 25 de marzo de 1942) y Burt Reynolds (Lansing, Mich 11 de febrero de 1936).
El 16 del mes pasado falleció en Detroit, Mich., la formidable cantante de color, un símbolo de la canción en los EUA por supuesto, pero más allá de su extraordinaria y privilegiada voz, Aretha encarnó el simbolismo de la grandeza de su raza con grandes intérpretes en el arte de la música, genuina expresión también de los mejores y más loables valores de los Estados Unidos, a pesar de su historia como una nación profundamente injusta y descarnada.
Tocó el turno a Burt Reynolds de rendirle tributo a la madre tierra y lo hizo el pasado 6 de los corrientes en su última morada de Palm Beach, Fla. Reynolds no fue un actor al que vamos a perdonar por sus dotes para la actuación, yo diría que fue apenas regular en el arte escénico, pero lo vamos a recordar siempre por su arrolladora personalidad y por su actuación en ese drama montés llamado ‘Amarga pesadilla’ (‘Deliverance’, 1972). A qué película, inolvidable, fuerte, cruda y brutal que nos revela una cara oculta de los Estados Unidos, tal vez ficción, pero una expresión muy real del medio rural estadounidense de aquellos años, en donde la endogamia daba como resultado una población con leves retrasos mentales apenas perceptibles a simple vista, pero que ahí estaban. Y cómo olvidar el ‘Duelo de banjos’, una de las piezas musicales más clásicas en la historia del cine, extraordinaria interpretación de un country campesino, los ‘hillbilly’ norteamericanos (en argot, los rurales marginados).
Cómo ha pasado el tiempo, caray, tenía 13 o 14 años cuando vi este gran filme del británico John Boorman. Con gusto la volvería a ver ya recuperada con los adelantos tecnológicos de hoy en día. De Aretha qué más se puede decir que no se haya dicho ya, el pueblo norteamericano le rindió tributo a su muerte. Gran intérprete de Burt Bacharah, y cuando de este compositor se trata, inevitablemente me pongo de pie, me quito el sombrero y hago una reverencia respetuosa. Muchas grandes interpretaciones tengo grabadas en el disco duro de mi memoria, pero una sola bastaba para hacer historia: ‘I Say a Little Prayer’, (The moment I wake up / Before I put on my make up / I say a little pray for you / While combing my hair now / And wondering what dress to wear now / I say a little prayer for you – Desde el momento en que me despierto, / antes de ponerme el maquillaje, / rezo una pequeña oración por ti. / Mientras me peino, / Y me pregunto qué vestido ponerme ahora, / Rezo una pequeña oración por ti).
Del maestro Bacharah, inolvidable. Cuando puedan volver a ver, si no la han visto aun, ‘La boda de mi mejor amigo’ con una esplendorosa y sensual Julia Roberts, véanla, la interpretación coral que hacen de esta pieza es simplemente magistral. Pues esta y muchas otras canciones clásicas interpretaba Aretha con un sentimiento de dolor de mujer negra oprimida, tal vez nieta de esclavos, con una elegancia interpretativa notable. “Su música era un bálsamo para el dolor de nuestra comunidad”, llegó a decir el líder religioso Louis Farrakhan.
Dos grandes se nos adelantaron, pero su impronta ahí quedará para siempre, indeleble, disfrutamos mucho de su arte.

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@gonzalezga