Tepeyollotl: corazón del monte,
dios de las montañas,
los ecos y los temblores
En la historia de nuestro país siempre ha estado presente el movimiento de la tierra, el mes de septiembre en la época actual es un referente a los movimientos telúricos, recordamos lo acontecido hace 33 años y lo que sucedió el mismo día un 19 del noveno mes del año pasado en donde los latidos del corazón de la tierra fueron tan fuetes que movieron casas y edificios, varios de los cuales se vinieron abajo, dejando una sensación de impotencia ante los embates impredecibles de la naturaleza.
Las referencias que tenemos de ellos datan de 1455 en los Anales de Tlatelolco donde se menciona que la tierra se agrietó y los islotes hechos de tierra con piedra, zacate y caña conocidos como chinampas de cayeron, desaparecieron.
La antropóloga Virginia García Acosta quien junto con Gerardo Suárez Reynoso documentan de forma muy puntual en su investigación publicada por el Fondo de Cultura Económica Los sismos en la historia de México en su Tomo I hacen referencia a la forma como se hizo la recopilación en los códices, explicados de forma muy hermosa en papel amate, tiras de piel o en hoja de maguey, también hace mención que durante la época de la colonia temprana los frailes, soldados o cronistas registraron brevemente estos fenómenos naturales.
En el México antiguo los llamados libros pintados representan la única fuente antes de la llegada de los españoles, estos registros pictográficos representados por los glifos, relatan los fenómenos más destacados entre los sismos desde el siglo XII al XVII, gradualmente la escritura indígena tradicional se sustituyó por la interpretación de los conquistadores.
En este compendio en su página cincuenta viene una crónica de Fray Bernardino de Sahagún que reproduzco textual debido a su riqueza descriptiva, de la cosmovisión del mundo náhuatl: “Cuando tiembla la tierra, rociaban con agua todas sus alhajas, tomando el agua con la boca y soplándola sobre ellas, y también por los postes y los umbrales de las puertas y de la casa; decían que si no hacían esto, que el temblor llevaría aquellas casas consigo; y los que no hacían esto eran reprendidos por los otros; y luego que comenzaba a temblar la tierra comenzaban los gritos; dándose con las manos en las bocas, para que todos advirtiesen que temblaba la tierra. Luego tomaban a sus niños con ambas manos, por las sienes, y los levantaban en alto; decían que si no hacían aquello que no crecerían y que los llevaría el temblor consigo”.
Los sismos ocurridos en las primeras décadas del siglo XVI fueron registrados por el cronista texcocano Francisco de Alva Ixtlixochitl. Posteriormente lo hizo el franciscano Juan de Torquemada en donde documenta el fenómeno en varias de sus obras.
Los primeros sismos registrados por fuentes hemerográficas datan del 16 y 28 de enero de 1729 en donde se da a conocer no solo el evento, además se da una explicación científica sobre el origen de los temblores. Uno de los investigadores del fenómeno en esa época fue José Antonio Alzate y Ramírez quien relató de forma literaria y científica el fenómeno, sus causas y efectos.
Otro investigador del fenómeno entre el siglo XVIII y el XIX fue José Gómez de la Cortina fundador del Instituto de Geografía Y Estadística y mejor conocido como Conde de la Cortina. El describió el electromagnetismo en 1859 en donde advirtió la imantación de una pluma en el momento del sismo lo que le sirvió para realizar su Ensayo sobre la Seismiologia del Valle de México.
Como vemos el “tropezón del sol” como lo creían el mundo náhuatl es un fenómeno con el que lidiaron nuestros antepasados, con lo que nos toca vivir a nosotros y muy probable también a las generaciones futuras.
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