Este domingo se celebra la elección presidencial en Brasil. Las encuestas indican que en la primera vuelta no habrá un ganador y que será necesario ir a la segunda vuelta a celebrarse el domingo 28 de octubre.

Las encuestas, a dos días de la elección, las encabeza el ultraderechista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL) que tiene 31% de la intención de voto. Un exmilitar que defiende en público los años de la dictadura. El 6 de septiembre pasado fue apuñalado en un mitin y apenas el 29 de septiembre recibió el alta médica.

Le sigue el socialdemócrata Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), con 21% de la intención del voto. De última hora sustituyó a Inácio Lula da Silva, ahora encarcelado por supuesta corrupción, que encabezaba las encuestas, pero la justicia le impidió participar en la elección.

El sábado 29 de septiembre en todo Brasil, de manera particular en São Paulo y Río de Janeiro, miles de mujeres se manifestaron en contra de Bolsonaro y sus posiciones machistas, homofóbicas y racistas que ha sostenido a lo largo de la campaña, que los suyos reciben muy bien.

Estos dos son los únicos candidatos que tienen posibilidades de hacerse de la Presidencia, los que les siguen están muy debajo de ellos. De la intención del voto, 52% se concentra en Bolsonaro y Haddad. El otro 48% se pulveriza en los otros candidatos.

En el caso de la segunda vuelta, que todo indica tendrá lugar, las encuestas establecen un empate con 42% de intención de voto entre Haddad y Bolsonaro. Queda por ver las alianzas que éstos puedan establecer después de la jornada del domingo.

La sorpresa ha sido la alta intención de voto de un candidato fascista en una sociedad que se consideraba mayoritariamente liberal e izquierdista. Los analistas coinciden en señalar que la explicación es el hartazgo de la sociedad en su conjunto. En los últimos cinco años la renta per cápita ha caído en 16% en dólares y desde el 2013 el paro aumenta año con año.

Los niveles de violencia alcanzan los 31 homicidios por 100,000 habitantes, la mayor parte jóvenes negros y pobres. La corrupción en los gobiernos del PT llegó a niveles nunca vistos. Está el caso de la Operación Lava Jato, un robo, con anuencia del gobierno, de más de 4,000 millones de dólares de la paraestatal Petrobras.

La presidenta Dilma Rousseff del PT es reelecta en el 2014 y gana con sólo 3.2% de diferencia. En su segundo mandato no percibió el descontento de la sociedad, sobre todo de las clases medias, que no sentía apoyo del gobierno. En el 2016 tuvo que dejar la Presidencia por un impeachment. Michael Temer, que la sustituyó, termina su mandato con 90% de rechazo.

Los analistas brasileños ven el avance de la ultraderecha como una reacción a la clase política, a la corrupción, al desempleo y a la pérdida del ingreso. La sociedad harta y desesperada busca nuevas opciones que la puedan sacar de la situación en la que se encuentra. El domingo se verán los resultados.

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Rubén Aguilar

El Economista