*Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, todo el resto de tu vida. Ernest Hemingway. Camelot.
PARIS BIEN VALE UNA MISA
Hace frío y estoy en París. Sucede que hace dos días vi una promoción de un vuelo Madrid-París, de Air France de buen precio, como si voláramos México-Veracruz, y con Chicharito nos venimos más que puestos, unos tres días, además, Lartigue, que es casi francés, recomendó un hotel cómodo y de buen precio. Y aquí andamos, llegando al aeropuerto Charles de Gaulle y caminando sus calles parisinas bien temprano. Como lo hicieran Cortázar y García Márquez y todos esos escritores que aquí abrevaron el saber. Ahí les cuento, porque Paris bien vale una misa, según un Borbón, o París es una fiesta, según Hemingway. El taxista del aeropuerto De Gaulle al hotel cobra la tarifa fija. 50 euros contra 30 en Madrid. París es caro, pero lo vale, diría Coco Chanel, la modista de los parisinos. Llegando a París lo primero que hice fue caminar la zona de la Ópera, sus grandes avenidas, como la Haussemann, y la de los italianos y la gran Ópera, la escuela nacional de música y un café en el afamado café de la Paz. Todo es historia, el café del IX distrito de París, Una joya arquitectónica. En el cruce del bulevar de las capuchinas. Apenas camino París. Hace frio, pega a 11 grados pero lo siento como de 8. Hay que atrapar un puesto de suvenires y comprar una bufanda y una gorra parisina, el frio cala, más tarde al mediodía el sol comienza a salir y algo calienta, pero no tanto, es como el sol de invierno que decían las abuelitas, quema pero no calienta. Llegamos al hotel Maxim, un hotelito chiquito, remodelado su baño, los hoteles europeos suelen ser así, pequeños, en los cuartos casi pegas nalga con nalga, hay que andarse driblando, pero de los hoteles solo utiliza uno el sitio para dormir, es decir sales temprano y llegas en la noche flaco y cansado y con ilusiones de al otro día ver lo que se pueda. Llegando y al Metro, mi nieta Maraya es como guía de excursionistas, conoce el Metro de París y nos lleva guiándonos de primera, Chicharito tira la hueva y se dormita. Fuimos al Trocadero, la mejor vista para ver la Torre Eiffel, allí donde Hitler trajo a su gran arquitecto, Albert Speer, en tiempo de la ocupación de París en la Segunda Guerra Mundial a qué viera esto, porque quería una ciudad nueva en su sueño de gobernar los mil años del nacionalsocialismo. Ah que mi Führer, nomás le alcanzo muy poquito, demoraron más Porfirio Díaz y Franco.
LA HISTORIA EN PARIS
Todo Paris es historia, por donde pises mamas la historia. Hay en El Trocadero miles y miles de turistas de todas las nacionalidades, que posan (posamos) para las fotos del recuerdo. Aquí es la mejor vista de la Torre Eiffel, esa que llegó un día instalada y creada por el arquitecto Gustav Eiffel, un poco mejor que el arqui Rene Martínez, para una Exposición Mundial de Comercio, la iban a desmontar pero a alguien se le ocurrió que la dejaran y hoy es el símbolo de París y genera millones de visitantes anuales, porque desde lo alto la vista todo París es impresionante. Intentaré subirme mañana, sin duda. No puedes venir aquí y no trepar, aunque se acojone uno por las alturas, más yo mismo que padezco el síndrome de las alturas. Compro el tiquet del bus, es caro, 30 euros, con eso comería una semana diría el Perro Uribe. Ni hablar. Hace frio este día también, gorra y a buscar un bus que lleve vidrios en las ventanas que corte el aire frío. Cuando llego a un país extraño, lo primero que hago trepo a un bus turístico, como el que hay en Veracruz y en Orizaba. Es de audioguía en audífonos, la grabación te va diciendo la ruta por dónde vamos a ir, el bus lo tomé en el Café de la Paz, antes me tomé una fotografía para el recuerdo, debo llevar dos fotos mías así, para sentirme medio intelectual, la del de la Paz y la de un café aledaño a la librería Shakespeare and Company, que Woody Allen hizo famosa en su película Medianoche en París, y que mi cuate Rico (José Luis) ve cada vez que quiere llorar por París, donde un día perdió su cámara con sus fotos parisinas. Esa librería es la más chingona de París, de libros viejos y nuevos, una pequeña buhardilla casi al piso, casi toda en madera antigua, huele a madera y papel de viejos libros, tiene fama porque aquí se vendió el primer libro de James Joyce, el Ulyses, un libro difícil de leer y entender, una cima difícil de alcanzar, que la gran Marilyn Monroe, para complacer a su esposo, el intelectual Arthur Miller, fue tomada por un fotógrafo cuando en una playa lo leía, Arthur no sabía que lo de ella no era eso, los libros, lo de ella era su alma bella y su hermosura y su don de amar, que aún hoy, a años de distancia de su fatídica y penosa muerte, sigue enamorando a millones de admiradores en el mundo, muchos estudiantes aún fijan en sus cuartos fotografías clásicas, como aquella del Metro cuando le revolotea el vestido y deja ver sus chones blancos, Marilyn superó el amor de sus diez hombres, incluidos los hermanitos Kennedy, que la tuvieron cada uno por su lado, aunque no la merecieron. Mañana les cuento un poco más de este París que deslumbra.
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