Por Ramón Durón Ruíz (†)
Un pela ’o nerviosamente caminaba de un lado a otro por la sala de espera del hospital, en el mismo instante en el que sale el médico de guardia y le dice:
–– Señor, me da pena pero le tengo una mala noticia: ¡Su madre, la de la cama 5, ha…!
–– ¡No!, esa no es mi madre, –replica el pela ’o– ¡Es mi suegra!
–– ¡Ah, entonces le tengo una buena noticia!
El milagro de la vida siempre es una buena noticia, el secreto es por una parte saber que es impredecible y por otra aprender a formar parte de ella, fluyendo con amor, disfrutándola, gozándola, viviéndola, no sobreviviéndola.
Para el viejo Filósofo “la vida es como los frijoles a la charra: o los tomas… o los dejas”. HOY DATE PERMISO DE tomar tu vida, recuerda que nadie puede tomarla por ti, encuentra el ¿para qué? trabaja en el profundo sentido de la trascendencia, en el vínculo primigenio con DIOS, el tiempo me ha enseñado que “el ser humano vivir no sabe, morir no quiere”.
El genio del renacimiento Leonardo Da Vinci afirmó: “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte.”
Dice un sabio proverbio italiano: “Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja.” Ese es el prodigio de la muerte nos iguala a todos, es democrática, ante ella no hay diferencias de edad, sexuales, ni políticas, ni sociales. La muerte tiene la magia de llevarnos a caminar por los pasajes y recovecos oníricos, que concentran en la tumba, infinidad de almas en un breve espacio.
Eso es lo que sucede este 1 y 2 de noviembre, frente a la tumba, que delimita la humana fragilidad y la eternidad del alma, se fusiona lo anímico y la materia, en el amoroso recuerdo a nuestros seres queridos, que mientras estén en nuestra alma, en nuestro recuerdo… ¡No han partido!
Con esa rica e inigualable imaginería que posee el mexicano, entendemos que ellos no murieron, sencillamente se liberaron del principio mortal y para accesar a un estatus superior, “pasaron a vivir a una casa más bella”
Carlos Pellicer, en su “Discurso por las flores”, dice: “El pueblo mexicano tiene dos obsesiones: el gusto por la muerte y el amor a las flores…”, pues en este 1 y 2 de noviembre las tumbas de nuestros seres queridos se funden entre las flores, el amor, el recuerdo y el respeto a quienes con su partida…se llevaron algo de nosotros.
Llegamos de los cuatro puntos cardinales, –cada quien a su ritmo y a su tiempo– puntuales a la cita con el reencuentro, a llevar flores, veladoras, a limpiar sepulturas, pintar las letras de la lápida.
Los camposantos se llenan de un trajinar pleno de una algarabía sin igual, de oraciones a granel, de un caleidoscopio multicolor de flores y a veces con la música y los alimentos que preferidos por el difunto.
La UNESCO, en 2003 reconoció los cientos de festivales indígenas del Día de muertos, que se celebran en nuestro país, como una obra maestra del patrimonio oral de la comunidad: “una de las representaciones del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país.”
El Día de muertos es una fiesta cívica llena de mexicanidad, –a la que no podemos faltar– que nos une en el recuerdo y el amor a nuestros difuntos, sale a la luz la más exquisita gastronomía, ¡ah!, y no pueden faltar los ingeniosos versos que a través de las “calaveras” expresan el pensar del mexicano, que con el verbo hace juegos malabares con la vida y con la muerte, la palabra le ayuda a reír con la muerte y superar el dolor de lo innombrable: LA MUERTE.
Permítame concluir con cuatro frases del Filósofo de Güémez:
“Se está muriendo mucha gente… ¡QUE NO HABÍA MUERTO ANTE!”
“Si tú no vas al entierro de tus amigos… ¡ELLOS IRÁN AL TUYO!”
“Pa’ vida de morirse… ¡HAY QUE ESTAR VIVO!”
“Todos vamos rumbo al panteón… ¡PERO NO EMPUJEN!”
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