Después de unos meses de «luna de miel» entre varios sectores, los críticos habituales y AMLO, sobrevino el primer diferendo drástico con motivo del anuncio de la cancelación del nuevo aeropuerto. Es un acto político que lanza varios mensajes a México y al extranjero sobre los modos del nuevo Gobierno. A los empresarios les indica que todo será transparente, a las oposiciones -o lo que quede de ellas- que se tienen que atener a un estilo seco, a los medios y analistas que no especulen sobre tibiezas y ambigüedades, a sus filas morenistas que no admitirá debilidades y, finalmente, a todos que él es quien manda. No es cuestión de racionalidad de ningún tipo, no la hay en prácticamente nada que se pueda saber de la decisión tomada. Es un gesto brusco para aclarar el panorama y acostumbrar a lo que viene. Los seguidores tendrán que ensayar todo tipo de «argumentos» para justificar eso y lo que sea; mientras que los disidentes echarán a volar su imaginación sobre rutas apocalípticas. AMLO tiene mucha fuerza política y social, trae una larga trayectoria, ha sido tres veces candidato presidencial y resulta la principal figura pública de nuestro país; a eso agréguenle su control del Senado, la Cámara de Diputados y más de medio país en puestos locales. Eso le permite tomar medidas cuyo costo político le harán poca merma de popularidad. Lo del aeropuerto es fuerte pero lo superará con relativa facilidad. Otros Gobernantes de Morena no pueden decir lo mismo; cometerán suicidio político si intentan imitarlo en ese tipo de decisiones.
En la nueva realidad política de México y Veracruz, con obvia tendencia polarizante, va a ser algo difícil apartarse de los alineamientos antis y pros. Hay que atenerse a la reciente correlación de fuerzas y a una poderosa práctica política llena de símbolos y consignas. Será un esfuerzo titánico ver más allá de los dogmas y apelar a la racionalidad. Del lado del nuevo bloque Gobernante es sumamente fácil apoyar a sus líderes si se parte de las referencias del desastre que significaron los Gobiernos del PRI y el PAN; del lado disidente también es fácil oponerse a todo por su incomprensión del significado profundo del respaldo a AMLO y porque se quedaron con muy poco de representatividad. Son dos sopas que dominarán la vida pública de México por unos años: apoyas o te opones. Si apoyas, estarás en el lado «políticamente correcto», disfrutando de la justicia de haber luchado en ese campo o de haber girado hacia él oportunamente; si te opones, tendrás que buscar partido político entre los restos de lo que queda de oposición, por cierto con alto grado de extravío e inutilidad.
Después de la medida tomada respecto al nuevo aeropuerto siguen acciones de imitación en los niveles locales. Pueden imponerse criterios precarios en la integración de equipos de gobierno, volver intrascendente a los legisladores e impulsar políticas de mera operación de lo federal. Es difícil pero no imposible que haya autocrítica, que ante malos resultados se abra un experimento democrático, plural e incluyente. En mucho dependerá de las voces independientes, de los líderes de la sociedad civil y los analistas. Respirando hondo y contando muchas veces hasta diez o veinte se deberá tener una actitud crítica pero inteligente y libre, sin rollos y afanes mediocres. Esa sería una tercera postura, ciudadana y local, independiente y municipal. Si no se puede influir en lo Estatal y en lo Nacional, queda lo que tenemos a la mano, que es lo municipal, lo cercano, donde más conocemos y podemos opinar y convocar. Aquí no es cuestión de partidos, ni siquiera el de la nueva mayoría, son redes informales que ven asuntos concretos y, en su momento, pueden participar o no en cuestiones electorales por las vías independientes.
Sería una pérdida de tiempo, en caso de que no gustaran las medidas de los nuevos Gobiernos, dedicarse a cuestionarlos en todo, a hacerles oposición sistemática; hay que dejarlos trabajar y demostrar sus capacidades. Ya se verá si traen algo nuevo, si saben y si pueden. En tanto, es más valioso y necesario impulsar al periodismo libre, abrir espacios autónomos, reforzar la participación ciudadana y observar que no se cometan arbitrariedades. Debemos guiarnos por una sociedad de derechos, plural, libre y democrática.
Recadito: sería un gran retroceso entregar la Educación a las fuerzas caciquiles y primitivas.
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