*Bye, bye, París, como decía Juan Gabriel, estarás siempre en mi mente. Camelot.

ULTIMO DE PARIS

Por la mañana, bien temprano voy al Louvre a retratar su pirámide, aquella que decían que no concordaría con lo antiguo del viejo edificio del Museo Louvre y ahí está ya como otro símbolo más de este París. Nos hacemos las fotos y tomamos un taxi, imposible ir al Metro, el frio cala, pega de lleno en el rostro, además hay viento, y eso hace doblemente el frío. Empaqueto, dejo el hotel Maxim cerca del Follies Berger, muy cerca también de la Opera y la afamada avenida Bulevar Haussemann, aquel arquitecto que Napoleón llamó para que le embelleciera la ciudad y creara grandes avenidas, como una vez lo intentó el profesor Hank Gonzáles en la regencia de la ciudad de México, pero esa ciudad es indomable, no se puede, tiene más de 20 millones de habitantes y millones de autos y así imposible, hay ciudades que ya cobran a los automovilistas por entrar a sus centros, y no entran, la lana es la lana, los centros, como el de Londres, se pueden transitar sin tanto embotellamiento, claro, tienen unos servicios públicos de primera, su Metro, sus taxis, sus autobuses, por eso da gusto dejar el auto y subirte a uno de ellos, limpios y pulcros y eficientes.

EL CHARLES DE GAULLE

Me voy en un Uber al aeropuerto De Gaulle. Tiene Paris varios aeropuertos, como ahora quiere hacer el amoroso tres para enojo de los empresarios y los amigos de este gobierno, que ven que se les cayó el negocio redondo (desde la puerta hasta el fondo, hacían negocio redondo, como las Relojerías Cantú). Da pena ver que Texcoco no va, debió de haber dejado el amoroso que ahí fuera y sacudirse a todos los amigos empresarios del preciso, llamar a unos nuevos y decirles: órale, sin tranzas. Leo estos avatares mexicas en el momento que estoy en la terminal 2 de este inmenso aeropuerto parisino, que mueve aviones de Air France y Delta. Con más de 80 millones al año de pasajeros, es inmenso, se pierde uno. López Obrador quiere hacer tres aeropuertos, lo que debe pensar primero es cómo llegar a esos aeropuertos, si no les pone un tren bala o uno de alta velocidad va a ser imposible ir de un lado a otro. El tráfico de los autos imposibilita llegar. Ojalá y no lo hagan con las patas, porque México va a sufrir este quebranto. El De Gaulle es el segundo aeropuerto de Europa, superado solo por el Heathrow de Londres. Donde más mueve pasaje es al JFK de Nueva York, luego a Londres. Hay otros cercanos, a hora y media, el Orly y el París Beauvais. El Peje debía venir con su viejito Jiménez Espriú, si le aguanta el vuelo de once horas, que no sería en primera, y ver estas pistas y salas y preguntar con los que saben de aeropuertos, preguntando no solo se llega a Roma, se aprende. Cuando se viene en el taxi rumbo al aeropuerto, se ve aquel bello avión Concorde, de la ingeniería francesa e inglesa. Allí lo dejaron como muestra de ese poderío aeronáutico donde le robabas horas a los vuelos trasatlánticos, hasta que en el año 2000 uno de ellos se estrelló aquí cerca y optaron por cancelarlos. De ahí en fuera es un aeropuerto seguro. Yo no sé qué le espere a México, si la tozudez del electo haga que puedan desarrollar tres aeropuertos, aunque los expertos dicen que Santa Lucia no sirve ni para jugar a las canicas, menos a las matatenas. Y que en Toluca, uffff, la altura imposibilita muchas cosas. No hay que buscarle mucho, vayan a ver el de Londres y Paris y el Barajas de Madrid, y de ahí copien lo bueno y déjense de rencillas de las cuales, Peña Nieto es el mayor culpable, pues deja una presidencia muy devaluada y, para colmo, su joya de la corona, el aeropuerto de Texcoco, se lo echan pa´ atrás, salió como Lopetegui, entrenador del Real Madrid, por la puerta de atrás.

EN EL AIR FRANCE

Despega el Air France, nos acomodan muy bien, avión viejito, de los que todavía traían en los asientos de los respaldos un depósito donde poner los refrescos, que en los nuevos han sido desechados. Pero son aviones seguros, va lleno al Adolfo Suárez-Barajas-Madrid, así llamado oficialmente. A los pocos minutos se está a los 10 mil pies, lo anuncia el piloto en dos idiomas, francés-español, ofrecen una galletita y un refresco, es vuelo de un par de horas, Europa está todo pegado y aquí, si anda uno a las vivas, encuentras vuelos de 40 euros de un país a otro, algo así como 900 pesos, que es más barato que volar de Veracruz a México. Las azafatas sonríen, como si estuvieran en Orizaba, recogen sus botellas vacías y nos disponemos al aterrizaje. Aterriza bien, estos pilotos tienen fama de ser picudos, buenos para los despegues y aterrizajes. El Barajas está tranquilo, ya comienza el frio en Madrid, París estaba insoportable, a mí, que soy de tierra caliente, Tierra Blanca, me gusta el frio, pero este estaba perrón, para taparse la cara y los cachetes. Tomo el taxi por 30 euros fijos, en París vale 50, llegamos al Liabeny a pasar el último par de días, pues debo ir a mi aldea. Aún me falta ir a La Cibeles y la Puerta de Alcalá y, si me da tiempo, al Museo del Prado, a ver los Velázquez, que hace años no me meto a la cultura porque, soy un poco como Abraham Lincoln, el presidente, que solía de decir: “La cultura me persigue, pero no me alcanza, soy más rápido que ella, le corro”. Así yo.

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