El pasado 24 de noviembre, lunes para ser más exactos, falleció en Roma el realizador italiano Bernardo Bertucci. A Bertolucci le debo en buena medida mi afición desmedida por el séptimo arte. Fue en los primeros años de los setenta cuando tuve oportunidad de ver la que tal vez es su película más célebre y controvertida, El último tango en París (The Last Tango in París, 1972).
Era yo un pibe que no he de ver rebasado los catorce o quince años. Fue una película shockeante. Yo ya había visto mucho cine italiano, francés, alemán, sueco, japonés, español y, por supuesto, norteamericano. Había visto cine que por mi corta edad no alcanzaba a comprender del todo: Fellini, Visconti, Bergman, Curtiz, Buñuel, Saura, Kurosawa, Ford, Oshima y Fassbinder, entre otros. Todos estos directores me atraparon aun y cuando no tuviera totalmente desarrolladas todas mis capacidades cognitivas.
Sin embargo, no fue hasta que vi El último tango en París que quedé verdaderamente deslumbrado. Por una parte porque fue uno de mis primeros acercamientos con el cine erótico, al que algunos críticos la han catalogado como soft porn por el alto contenido de escenas de sexo explícito. Al margen de esta calificación que no está muy alejada de la realidad, la cinta es una obra de arte con las muy convincentes actuaciones de María Schneider, que encarna a una joven muchacha parisina hasta cierto punto inocente y a un Marlon Brando en plena madurez personificando a un hombre angustiado con muchos problemas que se convierte en su amante.
Es una película impactante, poderosa y crudamente erótica, desde la música (banda sonora) interpretada por el músico argentino, excelso saxofonista, Leandro “el Gato” Barbieri. Se ha dicho de este film que “ha alterado el rostro de una forma de hacer arte (cinematográfico)”. También situó a Bertolucci en el firmamento internacional y lo colocó como uno de los cineastas más revolucionarios y audaces de su generación, lo que ya era un decir.
Murió relativamente joven, tenía 77 años, con una carrera cinematográfica que abarcó casi las cinco décadas. Trabajó con muchos grandes actores y actrices. Entre sus obras más aclamadas habría que mencionar a «El conformista», protagonizada por Jean-Louis Trintignant, sin embargo, mi favorita en su cinematografía es “El último emperador», que narra la vida de Pu Yi el emperador chino que asciende al trono a los tres años de edad, siendo encarcelado cuando el Partido Comunista toma el poder y entonces se tiene que ir a cuidar plantas a un jardín botánico, después de que en las milenarias tradiciones chinas los emperadores dinásticos eran equiparados con dioses.
Fue una súper producción costosísima que requirió de la participación de más de 19,000 extras. Fue la primera película occidental en obtener permiso para filmar en la Ciudad Prohibida, el complejo del palacio imperial en Beijing. Fue merecedora de nueve premios Oscar de la Academia, incluidos el de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión Adaptado.
Terminaré recordando que algunas de las escenas de sexo crudo y gráficamente explícito de “El último tango en París”, recibió muchas críticas y condenas a nivel internacional, siendo a llegar incluso a ser prohibida en algunos países por la célebre secuencia de violación en la que Brando usó mantequilla como lubricante para forzar y sodomizar sexualmente a María Schneider, que acusó a Brando y al propio Bertolucci de violación real porque argumentó que la penetración fue real tal como está planteada en la película, y sin su pleno consentimiento.
gama_300@nullhotmail.com @marcogonzalezga