*Escuchado en una mesa de los portales de Córdoba, entre cordobeses contertulios, uno dijo: “Que lastima que cerraron la pista de Córdoba, ahora que pensaba comprarme una avioneta de las que va a rematar Cuitláhuac”. Camelot.

LAS RODILLAS DEL PRESIDENTE

Tomado del portal EJE CENTRAL: “El presidente Andrés Manuel López Obrador siempre viaja en las aerolíneas comerciales acompañado de seis personas, su escudo de seguridad, y siempre se le da asiento en la fila de emergencia. Por edad ya no debería permitírsele viajar en esa fila, en la cual se sientan personas que consienten que en un momento de emergencia, aceptarán ayudar al resto de los pasajeros a salir de la aeronave y ser los últimos en dejarla. Sin embargo, dicen los que saben, las aerolíneas le han hecho una concesión por ser Presidente, en menoscabo de la seguridad del resto de los pasajeros. Las aerolíneas están violando sus protocolos de seguridad con un agravante: López Obrador está lastimado de una rodilla. Esa fue la razón por la que no caminó de San Lázaro a Palacio Nacional el día que tomó posesión, y el por qué cambió de calzado aquel sábado en Palacio Nacional. O séase, las aerolíneas están en falta por doble causa, la edad, y que al estar lastimado, por definición no podría ayudar en nada. La tercera causa subjetiva es ¿Cómo el Presidente de México sería el último en salir de una aeronave en emergencia? Qué más da. Este es México, que no se nos olvide”.

ESOS NOMBRES DE LOS ESTADIOS

Los nombres de los estadios, en el mundo, más en la Unión Americana, han mutado porque las grandes empresas, AT%T y las de aviación y de paquetería y automovilísticas y otras, han comprado los derechos para que los estadios dejen de usar los bellos y buenos nombres que tenían, algunos dedicados y en homenaje a los políticos, como el Robert F. Kennedy, y les metieron nombre de empresas poderosas. El Alluminium Stadium, el Bank of América, el Nissan y el Fedex y el Mercedes Benz y la Ford, han suplido a los de sus figuras, el dinero no es la vida, lo es todo. En México alguna vez el jerarca Emilio Azcárraga Jean, intentó quitarle al Estadio Azteca su nombre original, lo de Azteca no le gustaba porque sonaba a su competencia televisiva. Quisieron ponerle el Guillermo Cañedo, por la memoria de ese gran amigo de su padre, el impulsor junto al Tigre de los dos Mundiales de futbol que llegaron a estas tierras aztecas. No se pudo, la gente siguió llamándole Estadio Azteca, al llamado Coloso de Santa Úrsula. La tenían muy fácil, le hubieran llamado Estadio Televisa y nomás, no habría habido bronca de ningún tipo. Debemos acostumbrarnos a que los estadios tengan ahora nombres comerciales.

LOS PINOS/LA CASA VACIA

Lo publica El Universal. Sucede que cuando los neoliberales se fueron ya, y se fueron bailando rica-cha, en Los Pinos no dejaron ni los manteles donde comía la familia presidencial, ni los chones que dejó olvidado el Tata Cárdenas y la proclama de Arriba y Adelante, que se conservaba en un pergamino echeverrista. Tampoco las memorias de aquel que gritó: “Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”. Eran joyas de los mexicanos, que algunas se guardaban en una caja fuerte blindada, otras estaban ahí, impertérritas (¿qué demonios será impertérritas?) como se exhiben los cuadro de los presidentes en la Casa Blanca, colgados en las paredes de poder. Hubo un documento que era muy valioso, porque señalaba que a un presidente, antes de entrar a Los Pinos, lo habían metido al buró de crédito, y eso sí calienta. Allí hubo bodas presidenciales, aunque se fueran a los grandes salones, y esos recuerdos también se esfumaron como por arte de magia. Documenta el diario que cuando llegó la Cuarta Transformación, no encontró ningún catálogo de las obras de pinturas que colgaban en esas paredes donde la Patria se hablaba de tú con Dios, trasciende que algunas eran prestadas, y se llevaron una colección de cucharas que data del porfiriato. Gachos. Colchones, camas, almohadas, edredones, todo arrasaron. Quique no les dejó nada, ni La Gaviota tampoco. Ahora la Secretaría de la Función Pública le hace al Ampudia que todos llevamos dentro y andan en busca de las pistas que les den dónde demonios se fueron las obras de arte, solo dejaron un retrato del barbón Venustiano Carranza pintado por David Alfaro Siqueiros. Desmantelada la han dejado, como si salieran huyendo con la historia bajo el brazo. Ah qué Quique. Me imagino que llegó Ruiz Esparza una mañana antes y arrasó con lo que pudo. Quizá se vean pronto en una venta de garaje y hay que apuntarse, a ver si no están muy caras.

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