A partir del triunfo de Andrés Manuel en julio pasado, todo este tiempo he estado reflexionando sobre lo que esto significa y las implicaciones que para el futuro del país conlleva.

A la primera conclusión a la que he llegado es que sí era necesario desmontar la presidencia imperial a la que nos acostumbraron los regímenes precedentes al del tabasqueño, cosa que incluye los dos periodos panistas, en los hechos se siguió con la misma inercia, sirviendo con la cuchara grande a la oficina presidencial.

El aparato público del gobierno, pero en particular el de la presidencia de la República pecaba de ostentoso. Yo no pienso tanto en función de que no puede haber un gobierno rico mientras haya un pueblo pobre. La burocracia es un mal necesario que cuesta mucho, aquí, allá y acullá, pero creo que en nuestro país sí se abusó de una estructura burocrática excesiva en función de la operatividad del Ejecutivo Federal: guardias presidenciales, el Ejército, secretarios, equipos de los secretarios, cuerpos de staff, ayudantes, jefes de prensa, auxiliares de todo tipo, movilización de equipo de transporte terrestre y aéreo, traslado de reporteros y corresponsales de prensa nacional y extranjera, oficinas ambulantes, cuartos de hotel, comidas, gastos imprevistos, etc.

Todo esto evidentemente se ha reducido al mínimo con Andrés Manuel, cosa que sin duda hay que aplaudirle al de Tabasco. E insisto, no es porque haya un pueblo carente de lo más necesario, que también importa, simplemente porque las mismas tareas se pueden hacer con un equipo mínimo.

¿Para qué tanto aparato?

En el gobierno de Dante Delgado fui testigo de lo que implicaba en aquellas épocas mover al presidente. En ocasión de la puesta en marcha del programa estatal “Veracruz en la Cultura”, se hizo un gran evento en El Tajín en donde el gobierno de Dante tiró la casa por la ventana para dar a conocer uno de los programas estrella de su gobierno.

Se programaron con antelación una serie de mesas de trabajo en la zona arqueológica relativas a la cultura local y nacional en donde se dieron cita lo más granado de la intelectualidad y el mundo cultural del país (Prampolini, Víctor Flores Olea, Guillermo y Rafael Tovar y de Teresa, Fausto Zerón Medina, Cuevas, Krauze, Rossi, Benítez, Zaid y los equipos de las más prestigiadas revistas y suplementos culturales como Plural, Vuelta, Siempre, Unomásuno, Excélsior, La Jornada y El Universal). Un movimiento de gente como pocas veces había visto.

Total, que el día que se dio el banderazo al programa, todos los que estábamos involucrados en la organización nos dimos cita en el aeropuerto de Poza Rica para recibir al presidente Salinas y toda su comitiva. El despliegue fue impresionante. Primero arribaron –no lo recuerdo muy bien- uno o dos aviones Hércules repletos de soldados que fueron desplegados en toda la zona para la protección de la institución presidencial. A esto había que agregar camiones militares para el traslado de, no sé, 300, 400 o 500 efectivos de tropa.

En seguida aterrizaron 5 o 6 helicópteros, de esos picudos llamados ‘Puma’. Su descenso en la pista aérea fue impresionante porque el estruendoso ruido que hacen es en verdad apantallante. Luego arribo un jet, de esos con una capacidad como para 100 o un poco más de pasajeros, que traían a la prensa para que cubriera el evento, y todavía llegaron dos o tres helicópteros militares más con otro tanto de efectivos, como por si algo faltara.

Al final arribó el avión del presidente que traía prácticamente a su gabinete en pleno. Calculo que traía unos 100 pasajeros encabezados por supuesto por Carlos Salinas de Gortari. Y a todo esto había que agregar la movilización de todos los servidores públicos locales, de los que no me atrevería a dar una cifra, pero éramos bastantitos.

¿Cuánto costaban esas movilizaciones?, no sé, pero mucho dinero, sin duda.

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@marcogonzalezga