No la he visto, espero poder verla pronto, pero a propósito de esta saga de películas inspiradas en la historia del legendario boxeador de la categoría de pesos completos, Rocky Balboa, por supuesto que hablo en el lenguaje de la ficción, recordaba a aquella no menos legendaria primera entrega del año de 1977 que ganó el Oscar a Mejor Película y al Mejor Director (John G. Avildsen), escrita y protagonizada por el propio Silvester Stallone, que una de las cosas que más me deslumbró de esta cinta fue su maravillosa banda sonora. ¡Ah qué cosa más maravillosa nos regaló esa película gracias al talento de Bill Conti!, de mis compositores de cine preferidos después de, en riguroso orden descendente: Ennio Morricone, que este año se retira de la dirección musical a la edad de 90 años y después de una larga carrera de más siete décadas -¡MAESTRO, que grande es usted!; John Williams, Henry Mancini y antes de John Barry (007), Hans Zimmer y Lalo Schifrin. Qué les puedo decir de esta enorme música para el cine. Refrenda en lo que siempre he estado consciente, entre otras cosas por la música soy un eterno enamorado del cine. Con la música del celuloide he soñado, he reído, he llorado –sí, chinago, y mucho y muchas veces-, me he divertido y he lamentado no haber tenido el talento para dedicarme a la música. Y es que cómo olvidar las maravillosas fanfarreas del tema principal de ‘Rocky’, y cómo olvidar su carrera en las escalinatas del Museo de Arte de Filadelfia y que, curiosamente la escalinata es más famosa que el propio museo. Son las escaleras que subía corriendo Rocky. Son las escaleras que, ahora, cuarenta y dos años después del estreno de la película, muchas personas suben corriendo para tomarse la foto o el vídeo de recuerdo. ¡Qué grande es el cine y su música, carajo! Lo escribe Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.