Prosa aprisa
Arturo Reyes Isidoro
Anunció ayer el presidente López Obrador en su conferencia mañanera que no asistirá al Foro Económico Mundial de Davos (Foro de Davos), Suiza, que comienza el día 22 (dura cuatro días).
Su argumento es más que válido, de un gran sentido común y con mucho sentido político y social: porque no se puede despegar del trabajo en el país.
“Yo no puedo salir ahora, no solo por esto (se hablaba del problema del abasto de gasolina en algunos lugares), sino que tengo que echar a andar todo el gobierno en estos meses de inicio, no me puedo despegar del trabajo aquí, en la ciudad y en el país”.
AMLO no va no por la presión de medios y opinadores de opinión pública, ni por críticas de esta, porque el tema ni siquiera se había tocado hasta ayer, sino porque se nota que ya tenía tomada la decisión.
Hubiera sido una gran irresponsabilidad que se ausentara del país cuando hay problemas por la falta o la escasez de gasolina en algunos puntos de la Ciudad de México y en algunos estados, que podría derivar en una crisis social si no se resuelve y se extiende.
Enrique Peña Nieto viajó en noviembre de 2014 a China en medio de protestas en el país por los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, para reunirse con líderes económicos del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, en lugar de atender a los padres y familiares de las víctimas.
No que yo sea partidario de que México, su gobierno, se aísle del mundo, pero la experiencia nos enseña que poca o ninguna utilidad ha dejado al país que su presidente asista y se codee con los líderes de la riqueza del mundo.
Sergio Sarmiento, un periodista-columnista que prácticamente ha asistido a todos los foros, recordó en 2012 (“Hacia Davos”) que el primer presidente mexicano en asistir fue Carlos Salinas de Gortari, en 1990.
También participaron en la Cumbre Ernesto Zedillo y Vicente Fox, pero “ninguno, sin embargo… tanto como Felipe Calderón”. En 2012 comenzó a ir Enrique Peña Nieto, entonces aún candidato presidencial.
Para el columnista, “Davos es el reino ideal del networking” (el espacio para crear una red de contactos con el propósito de generar oportunidades laborales o de negocio), y a veces asisten tantos aztecas que “de hecho, es más fácil encontrar a un mexicano en Davos que hacerlo en nuestro propio país”.
¿Y qué le ha dejado de bueno al país que el presidente vaya y que se gasten miles, millones de dólares por la numerosa comitiva que lo acompaña? La inmensa mayoría de mexicanos sigue igual o peor de jodidos desde aquel 1990.
La tradición de los presidentes viajeros mexicanos viene desde que la Revolución Mexicana se hizo institución (PRI). En el siglo pasado a Adolfo López Mateos lo llegaron a apodar “Adolfo López Paseos”.
En lo que va de este siglo el que más le agarró el gustito de pasear por el mundo a costa del erario público fue el panista Vicente Fox (andaba de luna de miel con “la señora Martha”, o “Martita”), quien solo fue a hacer el ridículo en muchas partes y a dejarnos en vergüenza.
Cosa de recordar aquel octubre de 2001 cuando asistió a una cena de Estado con los Reyes de España en Madrid calzando unas botas de charol, como si estuviera en su rancho, o cuando en un discurso pronunció “José Luis Borgues” en lugar de Jorge Luis Borges.
Hasta que el Senado lo paró en seco en abril de 2002 cuando le negó la autorización para viajar a Estados Unidos y a Canadá por considerar que su visita tenía un carácter más privado que oficial, hecho que nunca antes había ocurrido.
Qué bueno, pues, que López Obrador no opta por ser candil de la calle y oscuridad de su casa, decide quedarse a atender los problemas domésticos, que son muchos y ancestrales, y de paso ahorra al erario millones de dólares que costaría un viaje a Davos.
Un senador que trabaja discretamente
En fin de semana reciente le caí por sorpresa al senador Ricardo Ahued Bardahuil en sus oficinas de la calle Juárez en Xalapa.
Llegué como cualquier ciudadano e hice espera para hablar con él, porque atendía a algunas personas y otras más lo esperaban.
En realidad me interesaba ver cómo trabaja y qué tanto trabaja, pues de suyo siempre ha sido muy discreto.
No me decepcionó: según la bitácora que se mostró, entre el viernes por la tarde y todo el sábado habían sido programadas para atender 120 personas o comisiones (¿cuántas atenderá a diario el alcalde Hipólito Rodríguez Herrero?).
Me platicó que a veces viaja por el Estado para atender invitaciones de veracruzanos a los que conoció en su campaña, o bien a invitación del gobernador Cuitláhuac García.
No obstante, me dedicó un buen tiempo. Le pedí que me platicara sobre su oposición a votar iniciativas en el Senado, acaso el único de Morena (además de Tatiana Clouthier, la “Tía Tatis”, en la Cámara de Diputados), contra el voto mayoritario de sus compañeros de bancada.
En todos los casos los hechos le dieron la razón, como oponerse a la reforma al Artículo 113 bis del Código Fiscal de la Federación, cuya iniciativa proponía cárcel sin derecho a fianza a quienes tuvieran una factura falsa de un peso. Finalmente se cambió para que la sanción se aplique a quien emita facturas falsas.
La iniciativa exponía sobre todo a pequeños comerciantes que no tienen conocimientos menos cultura fiscal y que algunos vivales pudieran engañarlos dándoles facturas falsas al surtirse, por ejemplo.
También tuvo razón cuando se opuso a votar para que se modificara la Ley Orgánica de la Federación que facultaba a órganos de consulta ciudadanos a auditar y fiscalizar, cuando no tienen ministerio de ley.
E, igual, estuvo en lo correcto cuando no estuvo de acuerdo en que se eliminara la deducción universal.
Para mi era inevitable, como periodista, que le preguntara si le interesa la gubernatura para 2024, si trabaja para alcanzarla. Su respuesta fue rotunda: no. Me dijo que no se distrae de su responsabilidad como senador y que está dedicado de tiempo completo a atender a los veracruzanos para coadyuvar con el gobierno de Cuitláhuac García, así como también para apoyar las políticas públicas del presidente López Obrador.
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