El Facebook me hizo recordar, por la mañana, que hace un par de años quien esto escribe, o sea Yo Mero, anduve y andé por Washington y Nueva York, en aquella elección de Clinton que nos dejó pasmados, punto menos que pasmados, nos dejó como a huachicoleros en la orfandad, más ahora que AMLO los busca con sensores de la oscuridad cuando con sus atropellos van a perforar pozos bajo el manto de la oscuridad y son vistos por señales infrarrojas. A los huachicoleros se les olvida que el gobierno federal tiene helicópteros Black Hawk, como aquel de la Caída del Halcón Negro, película que se volvió señera en el funcionamiento de esas naves, y no tardan y le piden a Trump unos drones, para así, sin ser piloteados o pilotados, puedan avisar y quizá se atrevan a disparar., aunque sean balas de goma o de esas de espanta-tontos, pero ya me estoy yendo por otro lado, andaba en Washington. Hoy que vi la foto por la mañana, pensé que era una broma de Facebook y me mandaba una con el famosísimo negro del WhatsApp, que va, era el portero de Donald Trump en la Torre Trump neoyorkina, adonde llegamos, Rico, mi hermano Enrique y Yo Mero, unos dos días después de que Trump se levantara con el triunfo sobre la Clinton, cuando los mariachis neoyorkinos callaron. La Trump Tower está ubicada no en la alto de la abrupta serranía, no, está ubicada en la afamada Quinta Avenida de Nueva York, un rascacielos de 202 metros de altura que se utiliza para viviendas departamentales y oficinas y algunas tiendas. Cuando llegamos, porque íbamos en busca de la noticia, la calle ya estaba cerrada, la policía neoyorkina no dejaba pasar, como pudimos le dijimos que ahí íbamos, y dejaron que penetráramos como huachicolero en el sexenio pasado, vía libre. Afuera, permanece como siempre el Negro del WhatsApp, el portero de hace muchos años que, vestido impecable como portero de ricos, vigila y abre la puerta de la entrada. Es amable, todo lo contrario de su mamila patrón, que vive enfrascado en el Muro mexicano y tiene detenido al gobierno federal, valiéndole que los museos estén cerrados y la gente no cobre. Qué tipo.
EN LA TORRE TRUMP (HACE DOS AÑOS)
“Usted no puede tomar fotografías”, dijo en su inglés fanfarrón un policía que resguarda la entrada a la Torre Trump. De modo qué, pensé, no fueran a deportarme en el país donde los Padres Fundadores de la Patria en su primera iniciativa o Enmienda posterior, dicen que todos los hombres son iguales y todos son libres y tendrán libertad de culto, de expresión, de prensa, petición y reunión; de modo que, en este país, donde, después de los franceses con su igualdad, legalidad y fraternidad, presumen ser el país más libre y democrático del mundo, donde se respetan los Derechos Humanos y tienen de sede a las Naciones Unidas (ONU). De modo que, en este país de ejemplo, la policía neoyorkina prohibía tomar fotos a la Torre del pelos de elote, como si en la foto, como pensaban los antiguos indios Sioux, nos fuéramos a llevar atrapada su alma, de la torre. Como pudimos penetramos, hagan de cuenta Messi metiéndose entre adversarios. Tienen bloqueadas las dos calles, la 56 y la 57 en el 725 de la Quinta Avenida, el miedo no anda en burro. Hay más policías que paseantes. Decimos que vamos al café que está dentro, y nos dejan pasar, fotos obligadas con el portero que allí lleva años, un negro con casi dos metros de estatura, que sonríe. Llevo mi gorra de México, algunos me gritan ¡Viva México!, les hago la señal de agradecimiento. Entrando hay un panel de gente en la entrada del edificio de 89 pisos, que tiene en los dos últimos un Ático donde debe vivir este sangrón. Hacemos en el lobby una transmisión en directo para Crónica y XEJF Radio Max de Tierra Blanca, con Ana María Vela, nuestra Carmen Aristegui, lo suben de inmediato a su página electrónica y yo a mi Facebook, para compartirlo con los lectores. Hay tres pisos comerciales, un café Starbucks donde entramos, los guaruras solo miran con ojos de águila. Ya lo cuida el Servicio Secreto. Por doquier se les ve con chicharitos y en la solapa la insignia. Abajo hay un bar llamado Trump, la egolatría en su máxima expresión, rumbo a los baños una larga fila de gente comprando gorras, camisetas y los suvenires de quien ahora será su presidente, caras de precio, a 35 dólares, en la calle valen 11, pero el tipo está de moda, para mal, pero de moda. Allí pajareamos cerca de una hora a ver si lo veíamos bajar. Las protestas están a una cuadra, han cerrado esto con tanto policía que debían de pedirle a ese excelso señor se cambie a vivir a otro lado. Lo hará en la Casa Blanca, para deshonra de Washington, Lincoln y Kennedy, y Rossevelt y Reagan y los que fueron buenos. Nixon no, porque seguro ese le aplaude desde su tumba.
A LA CASA BLANCA
Trump llegará a la Casa Blanca y seguro no pedirá conocer la alcoba de Lincoln, porque de historia debe conocer poco, sabrá de racismo y deportación y de odio a México, como lo demuestra el estar pavoneando desde ahora a Joe Arpaio, un sheriff terminator, malo como la carne de puerco, que fue vencido en las elecciones pasadas y Trump ya le quiere rescatar y dar cobijo como atrapa inmigrantes. Una chamba en Migración. Imagínense. En las calles neoyorkinas crece el repudio, invitan a que el día de la toma de posesión, en enero 20, en Washington, le hagan una gran protesta de toda la Unión Americana. Poco pasará, porque estos así son, es una América Dividida, como lo dijo la perdedora Hillary Clinton: “No pensé que América estuviera tan dividida”. En la Torre Trump todo es vigilancia, al dejar el café y dejar el edificio en sus tres pisos con escaleras eléctricas, que te mete a la zona de cafeterías y bar y negocio, como uno de Ivana Trump, dedicado a su hija, la llamada cara amable de Trump, de perfumes y joyería, en la parte de atrás hay un solar, un gran patio con mesas, allá fuimos pero oh decepción, ya no nos dejaron pasar por ahí de regreso, la seguridad es todo. Total ni queríamos, ya nos íbamos. Fuimos a tentarle el agua a los camotes en esa protesta que crece y crece y no deja de crecer, como los peces en el rio: beben y beben y no dejan de beber.
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