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Hablemos de ese tema que siempre genera un debate, de si hemos de referirnos a niños y niñas o a la niñez, para no generar descontento de poner primero a unos u otras, hablemos de ese tema tan necesario que vende portadas, que hace que la fama llegue a quien antes no tenía una oportunidad, de esos artículos sobre discriminación que comparten todos, o en los que exigen virtualmente se respeten los derechos de algunos aunque en la realidad pisoteen los derechos de otros.
Nos preocupamos por utilizar lenguaje incluyente, hablamos de lo necesario que es ser más conscientes del uso de nuestras palabras, pues en más de una ocasión en ellas predomina un patriarcado, pero en más de una ocasión dejamos de lado temas que realmente vulneran los derechos de los géneros, como las oportunidades laborales, la equidad, el trato a quienes deciden modificar su sexualidad o aún no la definen. Hay palabras que por sí solas son inofensivas, pero las acciones, esas sí llegan a definir una vida.
La inclusión se ha vuelto tan redituable como el feminismo, ese que vende productos y playeras sin ton ni son, que a la par de un movimiento también se ha vuelto un verdadero negocio para todo tipo de empresas y aunque en la primera capa parecen promover un trato justo para todos, pocas son las instituciones que realmente viven los valores que tanto promueven.
Las instituciones promueven el empoderamiento femenino pero muchas de ellas venden productos a las mujeres a mayor costo, sólo porque el empaque es rosa, otras ni siquiera tratan equitativamente al personal o tienen prohibiciones laborales, porque ven en el desarrollo familiar de la mujer una limitante. Lo mismo ocurre respecto a la inclusión en otros aspectos, cubren porcentajes obligatorios, más no siempre es porque realmente crean en la igualdad de derechos sin importar la raza, cultura, religión o condición social.
Recientemente hemos visto a una mexicana triunfar a lo grande, romper todos los estereotipos y demostrar que cualquiera puede cumplir sus sueños. ¿Es esto rea?¿O se volvió otro producto redituable para un público que estaba harto de los mismos estándares?. ¿Qué pasará después con Yalitza Aparicio?. ¿Tendrá la oportunidad de hacer otros papeles o seguiremos reduciéndola al rol que la llevó a la fama?.
Aplaudimos el desarrollo de una mujer indígena, su crecimiento como espuma y portamos en alto el orgullo de que sea mexicana, pero al resto de personas en su misma situación les ignoramos, olvidamos que más personas como ella necesitan verdaderas oportunidades, dejamos de lado la pobreza en la que vive nuestra gente y permitimos que el sistema la ocupe de portada en esta temporada.
La fama de Yalitza es bien merecida, no hay duda de ello, pero tampoco hay duda de que Vogue y todas las marcas detrás venden más con ella como eje central que si no aceptaran su crecimiento. Tan cierto como que Yalitza ha llegado en un momento clave para visibilizar todo lo que hemos hecho mal y recordarnos que como ella hay más personas con talento y el conocimiento para hacer de México un país más justo.
La inclusión no basta en las portadas, no basta en el lenguaje, debe presentarse en acciones donde realmente dejemos de hacer distinciones y brindemos a todos las mismas bases para poder desarrollarse.