Ya pude ver ‘Roma’ al fin y es una película que sí me llega. En el 70 cuando fui al Mundial de Fútbol con mi padre a ver ese histórico partido de cuartos de final entre México y Bélgica, anécdota que ya he contado en otras ocasiones, a mi corta edad recuerdo muy bien que la Ciudad de México se notaba convulsionada. Muchos soldados en las calles, inclusive tanquetas y destacamentos de milites por todas partes, y cuando me fui a estudiar a la capital ocho años después, cuando eras detenido por una fuerza del orden por cualquier cosa, lo primero que te preguntaba el oficial era a qué te dedicabas y cuando le decías que eras estudiante, te contestaba levantando la ceja y haciendo un gesto como si algo oliera mal: “¡Ah, con que estudiante!”, como si el hecho de ser estudiante fuera algo pernicioso. Por supuesto, de inmediato te era solicitada alguna identificación para que acreditaras tu calidad de estudiante.

Lo que quiero decir es que una de las cosas que pinta muy bien Cuarón en ‘Roma’, es que en México hubo una etapa en su historia reciente en que hubo una guerra sucia, y los eventos del 68 y el 71 fueron parte de esa guerra del Estado en contra de grupos a los que el antiguo régimen consideraba disidentes u opuestos y que amenazaban su permanencia, entre ellos los estudiantes –por una supuesta infiltración comunista-. Ese hecho histórico es una parte importante del retrato tan preciso que hace Cuarón del 71, como esa Ciudad Neza que a mí me tocó conocer, así como la pinta, una ciudad rural, con calles de terracería, con tramos en donde corría el drenaje a cielo abierto. Una ciudad pestilente y peligrosa, como se dice en sociología, de lumpen. La Neza de hoy nada que ver.

Finalmente refrendo lo que dije al principio, ‘Roma’ me pega y me llega muy fuerte, porque aunque mi infancia la viví en la provincia, mi mundo personal, con ciertos matices, era muy parecido al del laureado director. Soy un año mayor que él, así que vivimos un México muy parecido. El 71 me llegó por referencias periodísticas, la televisión casi no hablaba del suceso, pero muchas temporadas vacacionales las pasé en ese México de blanco y negro, en la Córdoba escuché en la radio de aquella época a Los Ángeles Negros, al maextro Javier Bátiz, a La Revolución de Emiliano Zapata, a Los Socios del Ritmo y a Ivonne Elliman (y a los Babys y a Leo Dan, y a Roberto Jordan y a Estelita Núñez, etc.) y entre el mundo de lecturas que había para leer en mi casa no podía faltar de vez en vez la mítica “Notitas musicales”.

No tuve propiamente lo que se llama una nana, pero sí hubo una empleada doméstica que estaba al pendiente de muchas de mis necesidades como chamaco. Extraño los suculentos platívolos de pollo con rebanadas de jitomate y cebolla que me preparaba en la cena, para que después la dejara tranquila y pudiera ver los besos que se daban en televisión la hermosa Fanny Cano y Jorge Lavat, protagonistas de la telenovela del momento, ‘Yesenia’.

Mientras, seguía jugueteando y haciendo travesura y media hora antes de dormir para irme a la escuela al día siguiente. Entre paréntesis diré que ‘Yesenia’ fue en muchos sentidos como una revelación sicalíptica. Fanny en verdad era como un dulce de mujer cuya hermosura por supuesto no pasaba inadvertida para mí, impactante. Qué pena que haya muerto tan tempranamente y de manera tan trágica.

Si yo pudiera escribir de las palmeras de la Ciudad de México.

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