LA GRAN DEPRESIÓN

Enrique Campos Suárez

Está francamente muy bien que los índices de popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador estén por los cielos. Eso ayuda a ejecutar con más facilidad su plan de gobierno.

Pero lo que vemos con esta muy alta aceptación del jefe del Ejecutivo, haga lo que haga, es que se parece mucho al proceso de enamoramiento, en el que un cóctel de sustancias químicas en el cerebro, desde endorfinas hasta endocannabinoides y serotonina, entre muchas otras, provocan una percepción a veces irracional del ser amado.

En el enamoramiento se ve al sujeto en cuestión como perfecto, lleno de atributos y carente de cualquier defecto. No hay razón que valga hasta que, claro está, pase ese estado de irracionalidad.

El enamoramiento acaba cuando caen los niveles de dopamina y entonces, sin ese efecto narcótico en el cerebro, se pueden ver con claridad los defectos humanos que siempre estuvieron ahí.

La fascinación política puede acabar cuando queda claro que la quincena sigue sin alcanzar, cuando se ve que no hubo un cambio mágico y peor aún, cuando hay un deterioro evidente de la condición personal y nacional.

Tampoco debe estar presente una emoción contraria como el odio, porque va acompañado de una agresividad que corre en contra de los intereses de todos como sociedad.

A lo largo de estas cinco quincenas que lleva la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador hay evidencias suficientes para pensar que la condición económica no tenderá al color de rosa que todos desearíamos, enamorados o no.

Los datos fríos y duros, nada románticos, de la economía que empiezan a aparecer hablan de una clara desaceleración del ritmo de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).

La inversión fija bruta tuvo durante noviembre pasado su peor caída en 19 meses. Y si alguien piensa en ese mes como el último de Peña Nieto, quizá haya que enfocarlo como el primero tras la cancelación arbitraria del aeropuerto de Texcoco.

La producción industrial disminuyó durante diciembre pasado 2.5% comparado con el mismo mes de un año antes.

Los analistas económicos, que son tan fríos como el Grinch, mantienen a la baja sus pronósticos de crecimiento del PIB.

Los enamorados podrán encontrar en los datos disponibles miles de razones ajenas al actuar de la presente administración. Mientras que los despechados no serán capaces de ver que hay también un entorno externo desfavorable, con focos rojos como las guerras comerciales, el Brexit, las tasas de interés y demás.

Lo cierto es que hay decisiones de este gobierno que se pueden relacionar directamente con una baja en la actividad de la economía.

Cuando la baja en la dopamina social se combine con la disminución en los pronósticos y resultados económicos y veamos tasas de crecimiento bajas, iniciarán los pleitos maritales.

Es ahí cuando hay que saber encausar la relación entre ciudadanos y gobernantes. Porque llevar los previsibles pleitos hacia la eterna explicación de terceros responsables, puede acabar en una relación de platos que vuelan, en una profundización del enojo social.

Hay personas que se enamoran y son capaces de construir relaciones sinceras que dan paso a una relación de amor, donde prevalece el afecto y la comunicación.

Bajará necesariamente la increíble y sorprendente popularidad presidencial, que tiene enamorados hasta a los encuestadores, y ojalá el resultado sea una relación de amor y paz.

ecampos@nulleleconomista.com.mx

Tomado de El Economista