Hoy por hoy, Estados Unidos es el primer productor de crudo en el mundo, produjo en promedio en 2018 10.7 millones de barriles diarios. Trae pleito con la OPEP buscando mantener la oferta y la demanda de petróleo equilibrada para cuidar los precios del crudo. Su poder de producción se convierte en arma económica y tiene la capacidad de subir o bajar el precio a su antojo, modificando su producción.
México está a merced de los precios internacionales, sin poder influir en ellos. Es una realidad que ¨haiga sido como haiga sido¨ la producción petrolera nacional ha declinado a la par con la declinación de Cantarell. La reforma energética buscó que con inversión privada y menor costo para el país se recuperaran los niveles de producción de crudo, pero a la fecha no ha dado resultado.
Somos uno de los principales países importadores de gasolina. Importamos aproximadamente 600,000 barriles diarios y no vemos posibilidad a lo largo del sexenio de reducir nuestra dependencia del exterior, entre otras razones, porque el petróleo mexicano ligero representa una tercera parte de la producción y es el único útil para producir gasolina.
Si consideramos que México tienen una capacidad de reserva de gasolina de tres días, Podemos percibir la fragilidad de un asunto que debe considerarse de seguridad nacional. En cualquier momento nos ponen de rodillas si falla el abasto, la contraparte es que el mercado de refinerías es muy basto en el mundo y podemos importar de muchos países, sin depender de uno solo. Considerando únicamente el costo adicional por distancia.
Sin embargo, México tiene opciones para dejar de considerar al petróleo y sus derivados como el único motor energético del país. La tendencia mundial es considerar al petróleo una energía más de las muchas que se aprovechan en los países y quitarle el papel preponderante.
Algo de lo que muy pocas veces se habla es de la eficiencia de los energéticos y de los motores que utilizan esa energía. Usaré un ejemplo para ser más claro: Supongamos que existe un automóvil con exagerada eficiencia que nos brinde 23 kms por litro de gasolina, en términos de kilowatt hora, estamos hablando de 42.8 por cada cien kilómetros recorridos. Sin embargo, un automóvil eléctrico puede recorrer esa misma distancia con un consumo de 13.9 kW/h. Sin profundizar en los conceptos de energía consumida, es obvio que consumir 13.9 de lo que sea, es más eficiente que consumir 42.8.
Cuando medimos la eficiencia energética de los motores de gasolina, la conversión es muy desfavorable. La eficiencia ronda en un 10% nada más… Es decir que de cada 20 unidades de energía que posee la gasolina, únicamente dos se aprovechan al quemarla en un motor de automóvil. Un motor eléctrico tiene niveles de eficiencia que van del 75 al 95%.
En el caso del diésel, la eficiencia es cuatro veces superior, en las mejores condiciones, ronda el 40%, es decir por cada 20 unidades de energía que posee un litro de diésel, el vehículo aprovecha ocho al quemarlo en el motor. Aún así la eficiencia de un motor a gasolina o un motor diésel no son para presumir.
Comparemos con las centrales productoras de electricidad. Una centra que utilice carbón o combustóleo tiene una eficiencia por unidad de energía muy baja, del orden del 25% en las peores centrales térmicas, y de ahí para arriba.
En el caso de una central térmica de ciclo combinado que utilice gas natural, el rendimiento por unidad de energía del combustible utilizado es del orden del 70%. Recordemos que un automóvil tiene un rendimiento del 10%.
La conclusión es lógica y evidente. Resulta mucho más eficiente y por ello más barato, utilizar el combustible en una central de ciclo combinado que en un motor de automóvil.
Si consideramos el costo ambiental, también el auto eléctrico sale ganando, ya que sus emisiones son cero, el litio de las baterías es posible reciclarlo a un costo elevado, el consumo de petróleo simplemente es irremplazable. El auto eléctrico tiene menos piezas móviles, lo cual implica menor desgaste de aceite, filtros, correas, embrague, etc.
Si consideramos que la energía eléctrica se produce también de fuentes naturales, como el sol, el viento, las mareas, las caídas de agua, etc. Resulta que la mejor opción para cualquier país, es alejarse en lo posible del consumo de gasolina, diésel y combustóleo y acercarse cada vez más al consumo de energía eléctrica.
Algo está pasando entre los asesores del gobierno federal, que promueven la construcción de una refinería nueva, cuando las actuales no están trabajando al 100%. Cuando no proponen elevar la capacidad de almacenamiento, para cualquier emergencia. Cuando aprueban la decisión de no llevar electricidad de la ventosa al centro del país, energía limpia generada por el viento. Cuando se planea volver a usar carbón y combustóleo para producir electricidad, con las consecuencias que esto genera en el medio ambiente. Cuando no proponen como meta nacional instalar puntos de carga rápida en todo el país, para que sea posible y seguro viajar en automóvil eléctrico aún en distancias largas. Cuando no subsidian la adquisición de autos eléctricos y la instalación de energías limpias en los hogares, y fábricas.
Falta muy poco para que todas las armadoras vendan vehículos comerciales y particulares eléctricos. México no va a estar preparado para esa nueva revolución de movilidad, y la responsabilidad caerá en quienes hoy dictan las políticas públicas de energía.