De mis más grandes querencias en la vida, después de las familiares por supuesto, el rey de los deportes tiene un lugar muy especial. No sé cuándo me enamoré de la magia de este deporte, pero lo empecé a ver muy chavo. Y en todo este tiempo en el que he tenido la oportunidad de ver béisbol, me he deleitado con el juego de grandes peloteros, tanto en los Estados Unidos como en México y también en todo el mundo en donde se juega a la pelota caliente.
Seguí el béisbol japonés porque supe que había un gigantón, tremendo bombardero al que en la parafernalia beisbolera conocían como el “Babe Ruth” del Imperio del Sol Naciente, me refiero a Sadaharu Oh, que destrozó todos los récords de cuadrangulares del circuito japonés jugando para los Giants (Gigantes) de Yomiuri. Y así supe del béisbol de Puerto Rico por Roberto Clemente, el de Islas Vírgenes por gran Elrod Hendricks, el famoso “Charro negro” porque jugó con los Charros de Jalisco y luego triunfó en Grandes Ligas con las oropéndolas de Baltimore. Y así podría hablar de estrellas como Dennis Martínez y Rigoberto “Rigo” Mena, ambos de Nicaragua. A Rigo lo vi jugar con los Saraperos, a Dennis con los Orioles, tremendo cañón que lanzaba por debajo del brazo.
Y así me di cuenta que entre los italianos el béisbol es como algo que llevan en la sangre, hay muchos italoamericanos, pero el más emblemático es Joe DiMaggio. Otro, Tony Lazzeri venía siendo pariente de un paisano cordobés, Efraín Lazzeri. Y así podría seguir hablando de judíos como Sandy Koufax, gran lanzador que entre su leyenda se cuenta que se negó a pitchear en una Serie Mundial por ser día del Yom Kipur. Y qué puedo decir de los cubanos con Luis Tiant y Atanacio Pérez, o de los dominicanos con cientos de peloteros que han brillado en todos los diamantes beisboleros. Uno en especial lo traigo muy metido entre mis recuerdos porque era un gigantón impresionante, me refiero a Rico Carty, que lo trajo Chara Mansur Julián para los Cafeteros y era un espectáculo nada más verlo en las calles de mi pueblo. Por aquellos años corrió la leyenda de que todos los días se comía un kilo de jamón de El Borrego en la comida y al arroz blanco dominicano, además de yuca, le vaciaba dos latas de angulas.
Bueno, y quién sabe por qué, entre los árabes el béisbol también ejerce una especie de embrujo inexplicable. Para muestra está Chara, pero en Puebla estuvieron William Budid y Emilio Tame, con Algodoneros Juan Abusaid Chaya y últimamente, con el México y Oaxaca, Alfredo Harp Helú, sin olvidar que su primo Carlos es beisbolero de coraza. También de chamaco veía como algo exótico que a Juan Manuel Ley, hijo de chino en Culiacán –los Ley son los Chedraui del noroeste de la República- le gustara tanto la pelota que hasta le dio tiempo de construir antes de morir dos espectaculares parques, uno en Culiacán, que parece estadio de Ligas Mayores, y otro en Saltillo que no se queda atrás. La cosa es que la cultura beisbolera muchos la traemos en el alma.
Y en este recuento que hago, diré que una de las más grandiosas imágenes que guardo entre mis recuerdos, es la de Pete Rose –hay un cordobés que de haber jugado en las Mayores le hubiera disputado títulos de bateo, se llama Dike Santana, el canarino-. ¡A qué pelotero, único!, tremendo player fue éste de los Rojos de Cincinnati, garrudo como él solo, siempre echado pa’lante, agresivo, clutch, de dejar todo en el terreno de juego. Tiene el récord de más hits de todos los tiempos, 4,256 para ser exactos, más juegos jugados, 3,562 y más turnos al bate, 14,053, una barbaridad de números. Al menos el de hits lo veo imbatible, aunque hay quien quiere equiparar la carrera de Ichiro Suzuki con la de Rose, es más dicen que ya lo superó en número de inatrapables. El nipón tiene 2.980 en las Gran Circo y 1.278 con los Búfalos de Orix de la Liga del Pacífico de Japón, en total haría 4,258. Pete por supuesto se ha defendido y pedido los que pegó en Ligas Menores.
Total, me fascina el béisbol, pero en estos momentos no creo que sea oportuno voltear a ver a este deporte. Si el fútbol es lo más importante de lo menos importante, el béisbol todavía está más abajo en esa escala de valores. Y es que la televisión le ha dado prioridad al fútbol. La pelota es para nostálgicos, para los que vemos la vida en blanco y negro, vamos, a lo sumo con colores vintage. Nunca ha sido negocio, los magnates beisboleros de antes siempre salían perdiendo, le entraban al “negocio” por pura melancolía. Los últimos equipos profesionales de este estado, las nóminas se pagaban en oficinas públicas, es más, ni los escualos han sido negocio a pesar de la derrama económica que deja la televisión comercial. Tienen los días contados. Lo más seguro es que cambien de plaza.
Así es que no perdamos el foco, concentrémonos en lo importante, pero todavía más, en lo verdaderamente urgente. El horno no está para bollos, dejemos el negocio en gente como Alfredo Harp que tienen tanto dinero, pero ¡tanto pinche dinero!, que se pueden dar el lujo con prácticamente ahorros, de construir un parque de pelota y un nuevo salón de la fama del béisbol mexicano por el simple gusto de darse el gusto. ¡Qué chingao!, ha de decir don Alfredo, ¡para eso es el dinero!

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