MORIR EN DOMINGO
Este es un relato del año 2013. Lo rescato en memoria de Lola, una perrita que murió en casa.
Era uno de esos domingos fríos, el del pasado que se jugaba la final del fútbol mexicano y quien esto escribe debía llegar a tiempo para darle de comer a sus dos perros, un Bóxer llamado Morgan, como el pirata, y una bella gordita perra llamada Lola, como la de la película, una perra Bulldog Inglés. De esas de cara de guante beisbolero apachurrado y que se movía con dificultad, caminando alegremente. Los dos son perros viejos, el Morgan vive desde hace 13 años con nosotros, en su perrera, con lugar de pasto donde caminar; la otra, Lola, desde hace 10 años. Si las llevamos a lo que dicen los que presumen saber de estas cosas, que por cada año nuestro en los perros se va a 7 de edad, pues ambos son setentañeros. Suelo el domingo, como único día, darles de comer, en la semana comen sus alimentos de Pedigrí pero el domingo se empachan conmigo porque les doy pollito y su caldito y lo que les encuentro en el refrigerador. Lo saben porque cuando me ven llegar comienzan a mover la cola en señal de que llegó su hora restaurantera. Este domingo lo hice y noté algo raro, el perro me embestía y quería llamar mi atención. Fui por sus trastes a las perreras y encontré a Lola inmóvil, jugué todavía con ella y la moví con mi pie, diciéndole: ‘anda, levántate floja, hora de comer’. No se movió. Presentí enseguida que había muerto. Me arrodillé y la moví, nada, acostadita como murió se conservaba tendida boca abajo con su cabecita al lado, como dormida, murió seguramente de un infarto, así permanecía. Me impactó verla inerme, el perro, su compañero, se me acercaba rumiando cuando la tocaba, cómo diciéndome déjala en paz, lo aquieté, quien les da de comer a los perros saben que son sus leales, salió de la perrera y se echó afuera en espera de lo que seguía. Ya son viejos los dos perros, el otro poco oye y poco ve, pero han vivido bien cuidados, tapados cuando hace frío y apapachados cuando se puede. Los perros son un algo en la vida de los humanos que han tenido uno, el escritor Manuel Vicent dice que ‘los perros que han compartido tu existencia expresan estados de ánimo, angustias, sentimientos, pasiones y sueños imposibles del pasado’. Si tú estás triste, ellos no notan. Es doloroso verlos morir. Quiso la gordis Lola morir en domingo y pudo haberlo hecho cualquier día y Joel, el muchacho que sirve en casa, encontrarla y cobijarla, pero esperó el domingo porque sabe que ese día le llego con la comida, me imagino que se quiso despedir de mí, de su amo, de su patrón, le solté una lágrima porque siempre entristece verlos morir, y le comuniqué a mis hijas, a mi entorno, mi esposa al lado. Yacía quietecita, les dije que murió en paz, como vivió, y que seguramente ahora alegra otros lugares. La cubrí con una manta, pedí ayuda a unos vecinos y la metí en una caja de cartón en espera del otro día para ir a enterrarla. La dejé bien cobijada esperando el amanecer del otro día y entonces me fui a ver la debacle del América, los perros no son todo en nuestra vida, pero la hacen completa, escribió alguien por ahí.
RAUL DEL POZO
Cuentan las leyendas que el general romano que derrotó a Aníbal en la Batalla de Zama conversó con el cartaginés cuando los dos se encontraban al final de sus vidas. Al preguntar Escipión quién le parecía el mejor general de la Historia, Aníbal contestó: «Alejandro». Escipión le preguntó por el segundo y Aníbal respondió: «Pirro de Epiro». Jodido en su vanidad, Escipión volvió a la carga pidiendo que eligiese el tercero. Aníbal susurró: «A mí mismo, pues conquisté Iberia y crucé los Alpes con elefantes y devasté 400 ciudades». Escipión, con sorna, repreguntó: «¿Dónde te pondrías a ti si yo no te hubiera derrotado?». «Entonces -replicó- me pondría a mí mismo delante de Alejandro». Con lo cual el cartaginés honró a Escipión considerándolo como el mejor. Posteguillo sospecha que esta anécdota es imaginada, pero merecería ser cierta.
DE LAS TRAICIONES
Se acusa a los políticos de incumplir su palabra, de corruptos, de fachas, de xenófobos. No de traidores. Traidor es un vocablo fuerte; Shakespeare le da más rango en el mal que al asesino. A los traidores les quemaban en la hoguera, ponían sus cabezas en picas. Dante los coloca en el noveno círculo, el más lejos del cielo; los ingleses los encerraban en la Torre de Londres rodeados de cuervos y los pasaban por una entrada de agua para que no ensuciaran el aire. Con el tiempo la traición fue perdiendo dramatismo y en la actualidad se confunde con la opinión y la geografía o el paralelo donde se habite.
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