Benito Barradas
Silencio. El periodismo veracruzano está de luto. Silencio porque el mejor de los reporteros calla para siempre. Era hijo de Misantla. Su nombre: Froylán Flores Cancela.
Cuando Froy se mudó de “Diario de Xalapa” y fundó “Punto y Aparte”, contó con la presencia de un grupo de escritores, sus amigos, sobre los que es posible advertir la huella de la mejor literatura local y nacional. Desde Carlo Antonio Castro a Miguel Molina, desde Miguel Ángel Granados Chapa a Sergio González Levet, desde Huberto Batis a Carlos Juan Islas, desde Paco Ignacio Taibo I (el grande) a Arturo Reyes Isidoro, desde Tomás Mojarro (el valedor) a Benjamín Domínguez Olmos, desde Alberto Beltrán a Leobardo Chávez Zenteno, en esas páginas del Semanario discurría un río de inteligencia y magisterio que se convirtió en una marca de identidad y estilo. La edición de libros, las conferencias, las veladas culturales, los anaqueles repletos de historia, nos recuerdan que el privilegio de escribir en “Punto y Aparte” suponía un compromiso irrenunciable de perfeccionismo y excelencia.
Froy era el guía, su vocación de mecenas cultural fue construida a través de la lectura de los grandes maestros del pensamiento y del lenguaje. Froy tenía la frescura del reportero de instinto y la reciedumbre del escritor completo, claro, sencillo, preciso. Deja su prosa el rastro de una escritura sin abdicaciones, surgida de su mirada aguda, habituada a desmenuzar lo contingente. Aprendió, desde muy joven, a luchar con las palabras, a desbrozarlas, a dominarlas, a acariciarlas, a jugar con ellas, y a utilizar su fuerza para mostrar sus argumentos.
Recuerdo ahora aquellas largas conversaciones en su despacho, era lúcido, inteligente, tenaz, laborioso, selectivo, agudo, irónico, escéptico, paciente, que lo mismo escribía que revisaba todo lo que se publicaba en el Semanario, o disponía la composición de las páginas según la importancia de los temas. Un periodista completo. Cualquier dato de la realidad le servía para convertirlo en materia prima de una obra cincelada de análisis: una campaña electoral, un partido político, un libro, un debate en el Congreso, unas declaraciones políticas, un programa universitario, una manifestación en el centro de la ciudad. Olía a la distancia un conflicto, o un personaje digno de sacarle una entrevista. Se mantuvo alejado de escaramuzas palaciegas y banalidades; contaba con una extraordinaria intuición perceptiva que le permitía advertir las imposturas de grandes y pequeños personajes.
Froy llegó a fundar “Punto y Aparte” con esa aura de periodismo cultural, sobrio, cálido, audaz, a contracorriente de las consignas publicitarias o partidistas. Era, debo decirlo, un hombre al que lo impulsaban las ganas de contar hechos, sucedidos, historias, anécdotas, y lo hacía frente a su máquina de escribir, rápido, de un tirón, con precisión. Era poseedor de un magnífico de estilo obtenido en la escritura castellana de sus grandes maestros.
No era un señor fácil de convencer, ni proclive a baratijas ideológicas o a demagogias de cualquier color.
Nos ha dejado y nos duele su partida.
¡Qué pena! ¡Qué pena! Descansa en paz, Froy. Ten mi abrazo.
(Deseo, desde aquí, expresar mis condolencias para su esposa Tita Souza, lo mismo que a sus hermanos Luis y Antonio.)