Por Ramón Durón Ruíz (†)

Tales de Mileto fue uno de los siete sabios de la Grecia antigua, los demás fueron: Cleóbulo de Lindos, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Pítaco de Mitilene y Periandro de Corinto.
Lo que se conoce de él se debe a Aristóteles, se sabe que era un gran astrónomo –llegó a predecir con exactitud un eclipse de sol–, excepcional matemático y físico –estableció con precisión la altura de las pirámides de Egipto, país en el que estudió, con sólo medir la sombra que proyectaban–, pero, sobre todo, era un hombre renombrado por su conocimiento político y un filósofo lleno de la sabiduría de la vida.
Gracias a mi amigo Derly Rivas, que me envió éste correo que HOY transcribo: “Cierto día se acercó a Tales de Mileto un sofista, y buscando enmarañarlo con su perversidad le hizo las siguientes preguntas:
–– ¿Qué es lo más antiguo?
–– DIOS, porque siempre ha existido.
–– ¿Qué es lo más bello?
–– El universo, porque es obra de DIOS.
–– ¿Cuál es la mayor de todas las cosas?
–– El espacio, porque contiene todo lo creado.
–– ¿Qué es lo más constante?
–– La esperanza, porque permanece en el hombre después de que lo ha perdido todo.
–– ¿Cuál es la mejor de todas las cosas?
–– La virtud, porque sin ella no existiría nada bueno.
–– ¿Cuál es la más rápida de todas las cosas?
–– El pensamiento, porque en menos de un minuto nos permite volar hasta los confines del universo.
–– ¿Cuál es la más fuerte de todas las cosas?
–– La necesidad, porque es con lo que el hombre enfrenta todos los peligros de la vida.
–– ¿Cuál es la más fácil de todas las cosas?
–– Dar consejos.
Cuando llegó a la novena pregunta, Tales de Mileto dio una respuesta tan inesperada que a su interlocutor sofista le pareció paradójica,
–– ¿Cuál es la más difícil de todas las cosas?
–– Conocerse a sí mismo”.
Pues la entrevista me parece fabulosa para recordar que somos una generación que gracias a los grandes inventos: Tv, Internet, radio, prensa, etc., conocemos al mundo, pero no nos conocemos a nosotros mismos, hemos llegado a la Luna, pero hemos descuidado llegar a lo más íntimo de nuestra alma; nuestra generación construye los edificios más altos e inimaginables, pero omite la edificación de los acuerdos y los espacios cortos para la paz.
Somos una generación de avanzada en la ciencia y de retroceso en lo humano, mientras millones de seres humanos carecen de techo y padecen pobreza extrema, enfermedades, desnutrición, hambre, analfabetismo, un reducido grupo de líderes malgastan fortunas en una carrera armamentista que a nada nos conduce… que no sea a la autodestrucción.
Mientras en la búsqueda del dinero y del poder político y económico presumimos con los avances tecnológicos de punta, estamos destruyendo nuestra casa común: la madre tierra, y todo por una sencilla cuestión: hemos olvidado que formamos parte del mayor milagro que hay en el universo: el milagro de la vida y hemos olvidado también… conocernos a nosotros mismos.
Apropósito, el viejo Filósofo, después de tanto ver en los medios electrónicos la Cámara de Diputados, decide ir a la CDMX a conocerla, emocionado, en su modesto “vochito”, llega hasta un costado de la misma y se estaciona.
Inmediatamente se apersonó ante él un tránsito y con un tono de voz ampuloso, propio de su investidura, le:
–– ¡Oiga!, ¡quítese a la jodida de ahí!… no estacione aquí su carro, que van a salir los diputados.
–– No se preocupe, señor oficial –responde amablemente el Filósofo–, ¡¡LO TENGO ASEGURADO!!
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