Agustín Basilio de la Vega

El gobierno federal del presidente López Obrador ha cumplido 100 días en el poder. Este gobierno, después de más de dos décadas en México, cuenta con la mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores. Su aceptación es amplia y muy similar a la que en su momento tuvo el presidente Fox en el mismo período. Es innegable la esperanza de muchos ciudadanos en un futuro más promisorio.
A diferencia del año 2000, las principales decisiones apuntan a un cambio en las políticas económicas tendientes a disminuir la participación de los particulares en la creación de bienes y servicios y a incrementar el papel del estado en el desarrollo económico de México.
Con el propósito de mejorar la vida de los pobres, se han incrementado los programas sociales a costa de disminuir presupuestos en investigación, turismo y burocracia. También ha sido drástica la cancelación del NAIM y la falta de seguimiento a la apertura energética. El freno de la actividad económica se ha sentido y las calificadoras han dado cuenta de ello.
Pese a que la mayoría de las Afores han recuperado las minusvalías provocadas por estas decisiones y el peso se ha mantenido relativamente estable, el futuro para muchos inversionistas es incierto y los pronósticos del crecimiento económico se han visto mermados. Algunos analistas piensan que el crecimiento del PIB rondará por encima del 1% y el propio presidente Andrés Manuel reconoce que habrá una disminución respecto al año anterior.
Muchos ciudadanos ven bien la austeridad que ha marcado estos 100 días: usar vuelos comerciales, eliminar seguros médicos y de vida, quitar las pensiones a presidentes y proponer reducción de salarios. También resulta muy popular el anuncio de combatir la corrupción, crear la guardia nacional y el programa de ayuda a los jóvenes.
Lo que todos ven con mucha preocupación es el deterioro de la vida democrática, las libertades y la capacidad creativa de los mexicanos. Las consultas a modo (sin apego a la ley) para justificar ideas sin estudios y proyectos y sin tomar en cuenta a expertos como en el caso de la Refinaría de Dos Bocas y el Tren Maya son un ejemplo.
El sistemático ataque durante las “conferencias mañaneras” a la llamada “sociedad civil”, a las políticas liberales económicas y cívicas, a los organismos autónomos y a los “fifís” (prensa, políticos, empresarios, clases medias etc.) son focos rojos que alertan sobre una regresión autoritaria de este régimen hegemónico.
Si no hay certeza jurídica, libertades garantizadas y apertura económica, difícilmente el gobierno podrá con tantas promesas y compromisos. Solo un país abierto a los inversionistas nacionales y extranjeros puede hacer el milagro Mexicano. Ningún país puede salir solo adelante, se requiere de los países democráticos.
México ha firmado 12 tratados de libre comercio, sería un error gravísimo desaprovechar todo eso para regresar a las políticas de hace cuarenta años cuando el “Desarrollo Compartido” trajo inflaciones y devaluaciones. Dar marcha atrás en las políticas que sí han dado buen resultado para estatizar nuevamente la economía mexicana será lo peor que pueda pasarle al país. Eso sí hará que no alcancen ni los salarios, pensiones o ayudas ni para comer. Sí podemos estar peor que en los últimos 25 años si no se corrige el rumbo.

@basiliodelavega 11 de marzo 2019.