Ahora se puso de moda hablar de los cien días del gobierno federal, y de ñapa algunos se llevan al estatal. Resulta por demás interesante ver lo que dicen las redes sociales, de los dos bandos, pues entre ellas hay un muro infranqueable, poco hay de diálogo entre quienes están a favor y quienes están en contra de lo que se ha hecho hasta la fecha.
Para unos, todo ha sido malo, para otros, todo ha sido bueno, y muy pocos, demasiado pocos, tratamos de ver lo bueno y lo malo de estos primeros cien días de gobierno de la cuarta transformación. Pablo Hiriart en el financiero, tiene el tino de escribir de lo bueno y de lo malo, siendo lo bueno social y político, mientras que lo malo es fundamentalmente económico. Y tiene razón en ambas columnas. Es imposible demostrar lo contrario con argumentos reales.
La polarización y el nivel de insultos, ha llegado a separar definitivamente a esos dos grupos, los a favor y los en contra no se pueden ver ni en pintura. Cierto estoy que si se vieran en persona, terminarían a golpes. Lo cual no es bueno para el país, ni para el gobierno de Andrés Manuel, pues si bien, ha tenido puntos buenos, la ausencia de contrapesos, más allá de la sociedad civil, la propia economía y los dueños del dinero (nacionales y extranjeros), no tiene nada que lo frene en sus ideas, así que mientras sean buenas, adelante, pero si son malas, hay que hacerlo notar por el bien de México, que es el bien superior, ese bien que se le olvida a detractores y simpatizantes, en su lucha por ganar una discusión pública.
En lo personal creo que es comprensible la cantidad de errores cometidos por el gobierno, por una razón específica, los que lo integran no estaban preparados para gobernar. El tsunami de la elección fue una sorpresa para todos. AMLO no pensó jamás que los diputados y senadores elegidos por tómbola llegarían a una curul, y ahora tiene que lidiar con muchos totalmente impreparados para cumplir su función. Los viejos lobos en el grupo de AMLO no alcanzan para cuidar a los legisladores inexpertos o ignorantes. Y lo mismo pasa en los gobiernos estatales o municipales.
Morena es un Movimiento de masas, no es todavía un partido político, no tiene cuadros formados. Cada quien interpreta a su manera y a su estilo lo que en su horizonte de conocimientos implica el cumplir con el puesto asignado. Sin embargo es un precio que los mexicanos aceptamos pagar el día de la elección. Nosotros sabíamos que no tenían cuadros, que muchos puestos serían ocupados por amigos medianamente de confianza que en su mayoría no estarían preparados para ocuparlos, y sin embargo, preferimos eso, a más de lo mismo. Fuimos motivados por un solo grito: ¨combatir la corrupción¨. Sí, antes de que haya reclamos, es una promesa que todavía no vemos que se cumpla a rajatabla.
Imagina que diriges un gran ejército de soldados inexpertos, es lógico que en muchas escaramuzas, fuerzas inferiores en número, pero mejor entrenadas en la lid pública ganen las batallas, pero a la larga, vas a triunfar, tan sólo por la superioridad numérica. Eso esta pasando en el gobierno. Quienes celebran los ridículos en que han incurrido algunos funcionarios electos y designados, no acaban de entender que celebran un daño a México. Sin embargo, cumplen con una función trascendental, así sea por temor al ridículo, esos nuevos funcionarios tendrán que bajar su nivel de soberbia o de verborrea. Esos enemigos críticos y burlones le hacen un bien a México, pues este gobierno, casi sin contrapesos los necesita como nunca antes.
Muchos de los que votamos por Morena, que sin ser miembros del partido decidimos promover el voto a favor de ellos, entendemos que es muy importante el triunfo del combate a la corrupción, y también la urgente necesidad de lograr un buen gobierno a la brevedad. Por ello, nos mostramos críticos en lo que consideramos que se hace mal, y aplaudimos lo que vemos que se hace bien. Formamos también un contrapeso importante, para que cada día el gobierno haga su trabajo de una mejor manera. Los que no saben que aprendan, y los que no puedan, que se vayan.
Hay una serie de reclamos absurdos a las críticas, como ese de que apenas llevan cien días… o ese otro de déjenlos gobernar, ya veremos como funcionan las cosas en unos años. Ambos son absurdos porque cuando vas en un auto y notas que el rumbo no es el correcto, no esperas a salirte de la carretera o caerte en un barranco para corregirlo, tomas la decisión en el mismo momento en que te das cuenta de que algo anda mal. Esa es nuestra función cuando no hay contrapesos al gobierno.
Esa ausencia de contrapesos puede y de hecho lo ha conseguido, estimular la soberbia y la sordera, en esos que presumían intentar gobernar en un ambiente de libertad y verdadera atención ciudadana. Ejemplos sobran, pero el más reciente es la censura que el titular del fondo de cultura económica establece a artículos sobre economía que no van acordes a su mínimo y escaso conocimiento de economía. Un escritor ignorante, en un puesto público, ejerce el poder censurando a quien no piensa como él. Claro ejemplo de persona incapaz para el puesto. Grave es que AMLO tenga una lealtad a toda prueba a sus amigos, y los sostenga a pesar de cometer graves errores, como éste de Paco Ignacio Taibo II.
Ese es el peor escenario en los gobiernos de Morena y su enemigo más fuerte. La falta de sanciones a quienes cometen graves errores. Es de lo poco que añoro del antiguo régimen, la falta de rendición de cuentas con sus superiores. AMLO centraliza todo, y anda muy ocupado viajando diariamente, al grado que no evalúa ni supervisa a sus secretarios de estado, y al resto de los funcionarios. Nadie evalúa el desempeño de nadie, y nadie se hace responsable de sus errores. Esperemos que conforme aprendan las labores de gobierno, esto desaparezca y todos asuman sus responsabilidades.
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