Veintidós pesos fue lo que nos cobraron en la última caseta de peaje de nuestro recorrido, minutos después ingresábamos a la ciudad de Gutiérrez Zamora, en más de una ocasión recorrimos la ruta hacia otros destinos, pasando apenas viendo el letrero con el nombre y las casas a lo lejos en las márgenes del río, pero hoy fue distinto, al adentrarnos a la ciudad, metros adelante nos esperaba el busto dorado de lo que parecía a primera vista Shakespeare, después nos enteraríamos que se trataba del hombre que sin quererlo le dio el nombre a esta ciudad en el norte del estado de Veracruz.
Desorientados circulamos en sentido contrario por varias calles ante la indiferente vista de sus habitantes, algunos nos veían romper las reglas de urbanidad vial, sin nosotros saberlo, íbamos en busca del sitio de la reunión a la que estábamos convocados, nos paramos en una céntrica calle y como dice el dicho “preguntando se llega a Roma”, así lo hicimos pero esta vez llegamos a un restaurante en donde se encontraban comiendo los convocados a las lecturas de la historia pasada y reciente de sus ciudades, al terminar encaminamos nuestros pasos a la casa de cultura, un emblemático recinto de inicios del siglo XX, ya instalados escuchamos los más variados temas, el interés que despertaron los exponentes nos mantuvo atentos, algunos participantes estuvieron extraordinarios ofreciendo experiencias pasadas de lo más representativo de sus poblaciones, algo realmente interesante, a las seis de la tarde se escuchó por todo el centro de la ciudad la melodía instrumental “La bikina” que salía del palacio municipal -eso creo-, pareció por momentos que saboteaban intencionalmente al ponente de Chiapas que abordaba el tema sobre el asesinato de Zapata en Chinameca, pasado el incidente el atardecer nos dejaba y al caer la noche llegó el ballet folclórico de la secundaria con una estampa muy mexicana, la cena, suculenta y amena, el cansancio no se separaba de nosotros, le hicimos caso y nos fuimos a dormir.