“No seré yo quien con palabras supla mis actos, sino serán mis actos los que expliquen mi conducta”
Luis Cabrera Córdoba
A nivel estatal estamos en vísperas de la presentación del Plan Nacional de Desarrollo (PND-2018-2024) y el sucesivo en el orden estatal; más allá de ser una disposición constitucional establecida en el artículo 26, la planeación es el gran conducto para el establecimiento y la proyección por la cual se conducirá el cambio de régimen, al tiempo que dictará cuáles serán las políticas públicas y/o proyectos con los cuales se resolverán los problemas públicos.
Es cierto que la planeación implica cierta racionalidad económica, dicho de otro modo la sistematización de la información para la toma de decisiones. Desde hace ya bastante tiempo, los teóricos de las políticas públicas las han definido como el “Gobierno en acción” es decir el gobierno resolviendo problemas.
En un entorno como el actual,- nos dice Tomas Miklos-, donde la complejidad y la heterogeneidad de los cambios parecen ser una constante, hablar del futuro significa casi siempre hablar de «sobrevivencia». Sin embargo, diversos autores coinciden en que tanto la legitimidad y la gobernabilidad de una gestión se puede ir deteriorando si no se resuelven los problemas públicos.
Para ello se necesitan ideas, una hoja de ruta con la cual quienes ejercen la acción administrativa identifiquen las políticas públicas, para que sus resultados puedan medirse y exigirse, en un ambiente democrático.
México ha demostrado que es ese pueblo que quiere más, que busca allanar el camino por sí mismo y está dispuesto a lograrlo, el fondo verdadero del paisaje aún no está definido, el pueblo busca mejorar de forma acelerada sus condiciones de vida.
Sobre todo, hoy cuando relación entre Estado y ciudadano es una relación de “toma y daca”: ello significa para la administración pública y sus representantes, en primer lugar, brindar un servicio eficiente para el ciudadano, simplificar y transparentar procesos, pero sobre todo abreviarlos lo más posible.