«El individuo es producto del medio social en que se desarrolla física y espiritualmente»
—Roberto Ríos Elizondo

Siempre he sostenido que el futuro es una posibilidad, una narrativa diaria. En mis convenciones públicas y privadas lo expreso con sobrada convicción. Menciono esto, porque si bien, parece que los cambios que el país vive no marcan un surco de certeza, es igualmente valido, aludir que el rezago estructural es de sendas dimensiones.
Ante esa disyuntiva, sería oportuno precisar hacia dónde nos estamos dirigiendo, en la aspiración que quienes conducen la Administración del Gobierno estén en el entendido, que la dinámica pública es un aparato orgánico que transversalmente toca todas las dimensiones de las situaciones públicas.
Hasta el momento, las acciones más relevante son en carácter de política social, lo cual habla bien de la noble aspiración de contribuir a la justicia social, pero no quiero dejar de precisar que el asistencialismo es importante, más no suficiente, para sortear los rezagos estructurales, ya que no genera un efecto multiplicador de la economía, es simplemente un paliativo que a la larga termina desgastando las finanzas públicas por su propia naturaleza.
En el banquete de la agenda pública, se hace entrever un paso de la euforia a un escepticismo, particularmente sobre los ejercicios públicos que están virando de rumbo con respecto al arquetipo originalmente soñado. Hilvanar una nueva tendencia en positivo es la responsabilidad de todo gobierno .
Sutilmente cabría señalar que es importante un diagnóstico riguroso sobre lo que se esta viviendo y cómo viene la tendencia a fin de mejorar, y así actuar en sincronía con las necesidades, adelante de buenas intenciones que hasta ahora se tornan dispersas.
Lo anterior, abonaría a un encuentro por parte de la sociedad y dejaría de partidizar los problemas públicos; como ejemplo la ola de asesinatos en Minatitlán, Coatepec, Xalapa y Orizaba, hechos que nos consternan como sociedad, y que van más allá de los gustos sobre los diversos institutos políticos en lo particular.
En palabras del Senador Ricardo Ahued: “La seguridad es grande y más importante que cualquier partido político”. Posición que de entrada responde a la tísica diatriba visceral y dogmática de algunos frentes que no conceptualizan que la acción esencial de todo gobierno, es resolver las eventualidades sociales.
En un país que se jacte de tener una vida diaria democrática, es preciso buscar consensos reales y efectivos con especialistas de la academia, la sociedad civil, el sector empresarial, y dar lectura a la crítica, porque a veces en los señalamientos hay soluciones, lo anterior, para mancomunar las razones políticas vigentes, y mejorar su propia gestión pública.
Con la convicción, de marcar un punto de inflexión y echar atrás las debilidades estructurales heredadas, que por el momento no permiten bajar los oleajes de sangre y temor, que en muchos casos están contrayendo el consumo y el esparcimiento, condición, que impactará en el ingreso, el empleo, el bienestar y hasta en el propio capital político de quienes gobiernan.
Porque, además la vida deliberativa no es algo nuevo, es una característica básica de la rendición de cuentas, donde explicar, justificar y discutir los méritos de la gestión es una condición normal que permite la emisión de una valoración o juicio, por encima de asignar ignominias y culpas.
Hay que tener mucha humildad, temple y perspectiva para acudir a los hechos. La sociedad tiene esperanza, y el país lo necesita. No podíamos esperar hace 10, hace 5 y hace un año, y mucho menos ahora, por la gravedad que significa que existan en promedio en el orden 100 asesinatos diarios en el país.