«Que Reforma- y los demás medios- cuestionen al Presidente y cuanto poder exista cotidianamente, debe ser considerado normal y altamente saludable. Que el Presidente conteste a Reforma o a quien quiera contestarle cuando la situación lo amerite, en sí mismo, tampoco debe escandalizar a nadie, siempre y cuando no se trete, como todo indica, de una estrategia para convertir en casi enemigo de la transformación que encabeza, a un medio de comunicación en especifíco», escribe hoy Aristegui.