“Se me olvidó la comida de Nina”, le dije a mi madre, razón por la que regresé al pasillo de alimento para mascotas del Walmart ubicado en la Avenida Lázaro Cárdenas, en Xalapa, Veracruz. Allí recuerdo haberlo visto por primera vez. Regresé con mi madre que para ese momento estaba con el carrito del supermercado en el área del papel higiénico. Parecía un día normal de compras, con la diferencia de que un varón con pantalón de mezclilla, camisa amarilla, una mariconera, cabello con corte militar y una cadena dorada al cuello nos seguía muy de cerca. Mi madre y yo seguimos comprando, mientras que el señor hacía que compraba y no compraba nada. Tomaba las cosas del estante y después de mucho observarlas las volvía a colocar en su lugar. Su carro, apenas llevaba un par de cosas.
Quise pensar en una coincidencia, ya que muchas veces cuando uno va de compras se topa más de una vez con otros clientes.
Recorrimos aproximadamente diez pasillos mi madre y yo, hasta que una bolsa de cosas que habíamos pagado en farmacia se estaba rompiendo por lo voluminosa que era, le sugerí llevarla al automóvil que habíamos dejado en el estacionamiento.
Mi madre accedió. Me quedé en el pasillo de lácteos y cereales, pues iba a comprar leche; mientras, dos promotoras en ese pasillo mostraban a los clientes sus productos. Fue allí donde corroboré que el señor me estaba acosando, pues en más de dos ocasiones pasó detrás de mí, murmurando cosas, que en realidad no escuché. Ante su actitud, me coloqué entre el carrito y el estante, lo más pegada posible, como si no lo hubiera notado.
¿Enfrentarlo verbalmente?¿Llamar al 911? Por desgracia traigo una laringitis que me impide hablar; y cuando pides ayuda de inmediato, te piden infinidad de datos que no habrán podido salir de mi garganta. ¿Llamar a seguridad de la tienda? Pasaría lo mismo que siempre pasa, el acosador niega todo y de imaginativa y loca no te baja.
Ante la tardanza de mi madre, traté de acercarme a un área abierta donde hubiera más gente, tomé el celular y llamé al marido. Él volvió a simular seguir comprando, pero regresó.
Harta, después de 40 minutos de su persecución por media tienda, saqué el celular, lo enfoqué y le tomé una foto. En ese momento mi madre llegaba, de inmediato se lo señalé y el varón jaló el carrito y huyó del lugar.
Al salir de la tienda comenté el hecho con la cajera y otra persona en la zona de salida. No hubo mayor indicación, limitándose únicamente a decir que posiblemente quería robarme la bolsa. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Llamar a la policía? No podían agarrarlo en flagrancia para demostrar el hecho. ¿Denunciar? No te hizo nada, me dicen. ¿Pedir los videos de la tienda? No tienes orden judicial. Incluso, al acercarme a amigos de instituciones de justicia su primera pregunta fue ¿Cómo ibas vestida? ¡Por Dios! Ahora hasta tengo que pensar antes de salir de casa qué ponerme, para poder pasar desapercibida de los acosadores. ¿Acaso necesito salir disfrazada de botarga? Seguramente así nadie me diría nada ni me perseguiría por 40 minutos. ¡No te molestes! Es para descartar líneas de investigación. Me dicen. Tal vez tengan razón, pero no se vale pasar por el acoso de alguien desconocido que te hostiga y molesta y luego cuando acudes a pedir ayuda alguien te revictimice.
Ahora puedo entender el porqué muchas mujeres se amparan de manera anónima en el movimiento #MeToo en México, a través de las redes sociales, pues por desgracia en nuestro país no existen protocolos ni condiciones para poder denunciar penalmente el acoso sexual.
De acuerdo a cifras del Secretariado del Ejecutivo Nacional, 7 de cada 10 mujeres sufren violencia y aunque se denuncia, el 98 por ciento de los casos queda en la impunidad.
Cargada contra Erika
La semana pasada, la diputada local Erika Ayala Ríos recibió innumerables críticas y acusaciones por supuestamente tener en la nómina del Cobaev a parientes y amigos. Si es cierto esto, habría que investigar primero quién fue el que autorizó las altas en la nómina de los personajes que han citado en torno a ella… Allí hay un responsable y no precisamente Erika.
¿Por qué los ataques? Pudiera relacionarse con su voto a favor del Fiscal o incluso para bajarla de la pelea por la Alcaldía de Xalapa. Sin embargo, en mi opinión, la principal causa es porque es mujer.
¿Cuántos dirigentes sindicales varones tienen en nómina a toda su parentela, amigos y hasta amantes y no pasa nada? ¿Cuántos casos de funcionarios, actualmente, que metieron a sus familiares en la SEV, secretaría del Trabajo, Salud y hasta en la Legislatura, no tienen la misma atención de quienes indagan y señalan hoy a Erika?
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